(Agencia Reforma)
¿Víctima, victimario o testigo, cuál es el rol que juega su hijo en la escuela? Un estudio sobre bullying, palabra inglesa que significa maltrato o intimidación entre iguales, revela que la mayoría de los estudiantes no sólo son blanco de la agresión, sino también agresores o presencian la violencia.
Eso significa que no sólo debe preocuparse en identificar si su hijo es víctima, pues para desarticular la violencia es necesario atender los tres roles, que desempeñan de manera simultánea 70 por ciento de los estudiantes de primaria y secundaria del Distrito Federal, según la investigación realizada en 2008 a 4 mil 600 alumnos por expertos de la Secretaría de Educación local y de la Universidad Intercontinental.
Expertos en acoso escolar coinciden en que se trata de un fenómeno que ha existido siempre, pero se ha agudizado y evidencia el recrudecimiento de la violencia social actual.
Formas de agresión
En el libro ¡Ya no Quiero ir a la Escuela!, de Trixia Valle, se explica que el acoso escolar se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que ocurren sin una razón evidente, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros.
“Es cuando se molesta a alguien, sin importar que haya una causa, sólo por el gusto de hacerlo. La constancia aumenta la gravedad del acoso”, refiere el libro.
García, profesora-investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Intercontinental, asegura que las formas más cotidianas de agresión son los insultos, las burlas, los apodos, los mensajes ofensivos vía celular o a través de la red. El agresor hace sentir a la víctima como si no existiera, la golpea, roba sus pertenencias o le toca el cuerpo de manera ofensiva.
Por ello, asegura Adriana González, psicóloga del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, los papás deben abrir bien los ojos, pues la observación es la principal arma con la que cuentan para identificar si su pequeño es víctima, victimario o testigo.
Valle señala que las víctimas se aislan, lloran, inventan excusas para faltar al colegio, padecen insomnio, sufren dolores de estómago, pecho y cabeza o experimentan náuseas.
Los victimarios siempre están burlándose de otros, son irrespetuosos, autoritarios. Además, les gusta pelear, no toleran una equivocación, no tienen reparo en mentir y no confían en los demás.
Mientras que los testigos aplican la ley de silencio porque tienen miedo de acusar o hablar con los adultos sobre lo que pasa, por temor a convertirse en víctimas.
Forjando el carácter
García, quien participó en el estudio sobre acoso escolar, comenta que algunos papás se niegan a aceptar que sus hijos son agresores, pero por su bien tienen que aprender a identificarlos y tratar el problema.
Para ello, González aconseja a los padres de las víctimas no enseñar a sus hijos a defenderse devolviendo la agresión. Pero tampoco sobreprotegerlos, porque los niños deben aprender a desenvolverse en una sociedad que es agresiva. “Lo que los papás deben hacer es dotar a sus hijos de habilidades competitivas para enfrentar la situación”.
Por ejemplo, deben ayudarlos a adquirir seguridad en sí mismos para que sean capaces de mirar a los ojos a su agresor y expresarle con fuerza que deje de agredirlos.
La idea es que el niño esté consciente de que si su agresor no cesa las agresiones, él puede dirigirse a las autoridades escolares para que le pongan un alto.