Ramón Clériga
Agencia Reforma
Los menores mienten a veces de manera ingenua y otras con premeditación, lo cierto es que la mentira en éstos es casi una forma habitual de comunicarse en el contexto en que cotidianamente nos desenvolvemos.
Por ello es un tema de reflexión en un mundo que hoy se caracteriza por no transmitir la verdad.
Tipos
Cuando se le dice a un niño que está mintiendo, debe tenerse mucho cuidado. Mentir es engañar a través de la palabra. Un pequeño que miente no siempre lo hace con intención.
Normalmente tiene la tendencia a confundir la realidad con la fantasía, de ahí que sus juegos parecen tan intensamente reales.
Cuando se acerca y dice: Por favor límpiame la cara, que me quedó llena de sangre por la guerra en la que estuve, te está invitando a jugar, a participar de su fantasía y no está intencionalmente queriendo engañarte.
Este tipo de mentira es inocente, sin premeditación y, sobre todo, sin querer conseguir ningún beneficio tramposo.
El niño más grande empieza a tener mayor conciencia de su realidad y se da cuenta de que a veces, falseando la verdad, puede conseguir algunos beneficios.
Un ejemplo de ello es cuando asegura haber comprado un dulce con dinero que se encontró en la calle, siendo la realidad que lo sustrajo del monedero de la mamá.
Padres, maestros y profesionales se preocupan mucho ante este segundo tipo de mentira, pues es la que conduce a problemas posteriores.
¿Por qué lo hace?
En el pequeño, la mentira se da como parte de su juego, como vivencia de su fantasía. Cuando el niño mayor miente puede ser por diversas razones. El miedo es la causa más común, pues miente por temor a la desaprobación o castigo.
Por ejemplo, si el menor sabe que llegar a casa con malas calificaciones provocará que sus papás se enojen y le prohíban hacer algo, seguramente dirá que aún no se las han entregado.
Otro motivo es la exigencia, pues cuando se le pide mucho, esperando de él a veces más de lo que se espera incluso de uno mismo, éste tiende a mentir para hacer creer que está al nivel de nuestras expectativas. Lo que busca es no defraudar.
La imitación de la conducta de un papá o una mamá que miente es otra causa. Los niños son como esponjas que absorben todo si ellos observan y viven la mentira de manera cotidiana, aprenden que mentir es algo normal.
¿Cómo apoyarlo?
La mentira no siempre es tan grave. Cuando es surgida de la fantasía, con la madurez del niño ésta desaparece. Si es recurrente, entonces habría que preocuparse porque se vuelve algo nocivo, pues brota del pequeño que intenta convencer a los demás de la realidad de sus relatos. Ésta es la mentira que puede volverse habitual.
También puede manifestarse la mentira enfermiza, que surge como producto de un nivel elevado de ansiedad en el niño o del temor en general.
Mucha calma
Lo primero es determinar qué tipo de mentira es con la que hay que lidiar y, sobre todo, qué la motiva. Si no se sabe cuál es la causa de ese llamado de atención desesperado, se corre el riesgo de una equivocación en la intervención.
Al enfrentar la situación, los papás deben fomentar un ambiente de confianza para que el menor se anime a contar sus errores.
Asimismo, deben reaccionar con calma, pero con firmeza, y valorar al pequeño que admite la verdad, pues si lo castigan a pesar de que ha revelado algo, fomentarán su hábito de mentir, y en una siguiente vez lo hará con más cuidado para que no lo descubran.