Arlett Mendoza /<I>Agencia Reforma</I>
Seguro alguna vez ha experimentado odio por alguien, puede ser que, incluso, en este momento lo sienta por su compañero de junto, su jefe, su vecina… Si siente que le hierve la sangre cada vez que ve al sujeto odiado más vale que sepa que su salud física y mental puede verse seriamente deteriorada.
“Quienes odian producen jugos gástricos y esto puede causarles úlceras, gastritis, colitis y apendicitis”, asegura Montserrat Estévez, psicóloga de la Universidad Panamericana.
Las personas que tienen un odio permanente pueden presentar cambios en su comportamiento. Se vuelven intolerantes e irritables, advierte Manuel González, psicólogo de la Facultad de Psicología de la UNAM.
El gran problema del odio, coinciden los expertos, es que si no se sana, el vínculo sentimental no cesa ni con la muerte de la persona aborrecida.
Debido a que su imagen, junto con pensamientos obsesivos sobre cómo dañarla, se fijan en la mente de quien odia.
Lo anterior, puede llevar a la persona a aislarse y alejarse de familia y amigos.
¿Por qué se odia?
El odio se desarrolla a partir de un daño a la integridad o la seguridad por parte de otra persona, que puede ser cercana o no.
“Este daño puede ser grave o debido a un cúmulo de pequeñas desilusiones o enojos”, advierte González.
Asimismo puede estar motivado por el deseo de ser aceptado en un grupo como es el caso de los skin heads, quienes desprecian a todo aquel que no es de raza “aria”.
En su libro El odio (Tusquets), Carlos Castilla indica que este aprendizaje emocional se lleva a cabo como parte de un rito de iniciación. De esta forma, el grupo se consolida cuando todos viven una amenaza común.
Además, están las familias que odian por generaciones a otras por un incidente ocurrido entre los padres o abuelos.
En este caso, el odio, afirma el autor, es la señal de que se es fiel a los ancestros, por esta razón si una persona no comparte esta emoción, para los demás puede ser indicio de que está del lado del transgresor.
Póngale un alto
Es importante que quien odia reconozca que esta emoción proviene de sí mismo y que no puede cambiar a la persona o grupo odiado, pero sí su sentimiento hacia éstos, manifiesta Estévez.
Por este motivo, los expertos sugieren trabajar con el odio para sanar la mente.
En el caso del odio debido a una afrenta, René Soberanes, especialista en familia, expresa que el proceso emocional para eliminarlo o disminuirlo es primero, reconocer la emoción y luego, pedir ayuda terapéutica.
Ayudar a que la persona ponga limites, y así evitar que se le hagan daños. Esto depende de la problemática específica.
Respecto a las personas que odian por ideología o por una cuestión heredada, Soberanes sugiere que analicen de dónde provienen esas ideas, para observar si realmente creen en ello o el odio está cimentado en el desconocimiento.