Staff Agencia Reforma
MÉXICO, DF 1-Oct .- El Día de Muertos, una de las más populares tradiciones de México, constituye no sólo una convivencia organizada por los vivos para disfrutar con sus difuntos, sino también una fusión de elementos precolombinos y cristianos, que, a la vez, recuerdan al mexicano que su vida no le pertenece del todo.
La concepción de que el alma ha de regresar del lugar de los muertos surge de la mezcla religiosa entre las creencias católicas y las precolombinas, una herencia de siglos de tradición e historia que los mexicanos se han encargado de preservar.
La muerte, ha cobrado cuerpo y personalidad en todas las mitologías y religiones. Hace 2 mil años, entre los griegos, se encarnaba en un bello joven llamado Tánatos, hijo de la noche y hermano gemelo del sueño, que se presentaba armado con una espada, para cortar la vida, dice.
Sin embargo, su figura lánguida y perfecta, y su mirada sumergida estaban lejos de infundir miedo, sino más bien amor, como su contrario y a la vez complemento, Eros.
Contrariamente, en la Edad Media, esta figura se vio reemplazada por la Señora Calavera, afirma Winocur, que se visualizaba, como hasta nuestros días, en ropas negras o grises, llevando una hoz en una mano y un reloj de arena en la otra.
La visión precolombina
Yolotl González Torres, investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social, comenta que en la época prehispánica los hombres suponían que cuando alguien moría iba al Supramundo, lugar al que llegaba el alma.
El destino de cada persona correspondía al origen o la causa de su muerte, por ello, los indígenas estaban seguros de que si ésta era natural irían al Mictlán, considerado el lugar de los muertos; para los que perdían la vida como resultado de un sacrificio, en la guerra, las mujeres en el parto o los potchecas o comerciantes en los caminos, su destino sería el paraíso del Sol.
Para garantizar su éxito, las personas encargadas de los rituales funerarios acompañaban al muerto con varios artículos, comida y joyas, entre otros; además, llevaban un perrito rojizo, que era sacrificado para que pudiera marcharse con la persona, ya que una de las pruebas consistía en atravesar por un lugar donde soplaba fuerte el viento, para luego llegar a un río, ya casi al final del camino, antes de enfrentarse a la muerte, en donde debía reconocer al animalito, cruzar por el agua y dejarse guiar por éste.
Mezcla de creencias
El sentido de muerte que se tenía en el mundo mesoamericano se transformó con la llegada de los españoles, sin embargo, la idea de transición y continuidad después de la vida tiene cierta coincidencia con la idea del paraíso cristiano, afirma Francisco Ortiz Pedraza, antropólogo físico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Los europeos estaban convencidos de que sus ideas eran las correctas, calificaron de engaño al tipo de religión que encontraron en estas tierras y emprendieron tareas para erradicarla y terminar con las prácticas religiosas de los aborígenes.
González Torres dice que con las ideas de los católicos se produjo una gran confusión, ya que debían cambiar la idea de la continuidad por la del cielo y el infierno del pensamiento cristiano.
La celebración de los muertos era una de las fiestas más importantes en Mesoamérica, principalmente para los mexicas, se llevaba a cabo entre agosto y septiembre, aunque la etnóloga asegura que hay datos de que existía otra en noviembre.
La fiesta de los muertos no era como se acostumbra actualmente; antes de la Conquista, los mexicas acostumbraban subir a sus casas y colocar flechitas dedicadas a sus muertos y, en noviembre, construían con amaranto las imágenes de los seres queridos que habían muerto, y les entregaban flores y comida, tradición que está más relacionada con la celebración actual.
Similitudes
La coincidencia que se ha dado entre la cultura europea y la prehispánica se nota en algunos aspectos, como la idea de las almas en pena o fantasmas.
Este culto a los antepasados, tiene que ver con la ofrenda que se acostumbra montar en algunas regiones del País el Día de Muertos. Todavía en la actualidad se cree que el difunto viene y come la parte espiritual y sustancial de lo que se le ofrece, y después puede repartirse entre los vivos.
Una de las similitudes que hay entre las tradiciones de este tiempo y de la época anterior a la Conquista es que en México se conciben, aún hoy, los entierros como un ritual en grande, a veces muy doloroso, herencia del cristianismo. Asegura que esto es semejante a lo prehispánico, al mismo tiempo que es una adaptación de la idea cristiana de que los niños no mueren en pecado, por lo que van al cielo.
La muerte se vive con dolor, llanto y lamento en el cristianismo, por esta actitud representa una de las diferencias que existen entre la concepción que se tiene ahora de la muerte y la que se poseía antes de la llegada de los españoles.