Y MI PAPA SE FUE EN EL HUMO …

Jorge Ramos

No puedo dejar de pensar que mi papá estaría hoy vivo si no hubiera fumado tanto. Estoy convencido de que el cigarrillo lo mató. Cada año que fumó le quitó uno de vida. Habría llegado a este Día del Padre con 77 años. Pero ahora me tengo que conformar con recordarlo en fotografías y en olores. Mi papá nunca conoció a mi hijo Nicolás y se perdió de verlo jugar en los torneos de fútbol. Y apenas pasó unos años con mi hija Paola, pero se perdió su ceremonia de graduación de la universidad hace unas semanas. Todo por fumar (y, tengo que reconocerlo, también por una infalible dieta de carne, huevos, pan, mantequilla y tocino que, aunada a una total falta de ejercicio, le reventó tres veces el corazón). Cuando mi padre empezó a fumar no había tanta conciencia sobre los peligros del cigarrillo. Fumaba frente a mí y mis hermanos y jamás se le ocurrió a nadie que ese humo nos ennegrecía también los pulmones. Fumar era ?padre?. Tanto que de niños nos llevaban a una dulcería donde nos compraban cigarrillos de chocolate. Y mientras nos los comíamos a mordidas, simulábamos fumar, echando aire, al igual que la mayoría de los adultos que nos rodeaban. Hace ya 45 años que el Asesor Nacional de Salud de Estados Unidos advirtió que fumar causaba cáncer de pulmón. Yo creo que nunca le avisaron de eso a mi papá en México y a millones de fumadores en toda América Latina. Los pulmones latinoamericanos siempre han sido subestimados por la industria tabacalera. Ellos venden donde los dejan. Y como nuestros gobiernos han recibido a cambio millones de dólares en impuestos, las empresas cigarreras han podido aniquilar con impunidad a cuanto fumador quede enganchado por la nicotina. La historia se repite. El Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar una nueva ley que, por primera vez, le otorga al gobierno la autoridad de regular la industria tabacalera. Ahora la Administración de Alimentos y Medicinas (FDA) reducirá los niveles de nicotina en cada cigarrillo, prohibirá los sabores artificiales y controlará aún más las campañas de mercadotecnia y publicidad. No más cigarrillos ?light? o ?mild?: Todos matan. La nueva ley no es todo lo que quisiéramos, pero es bastante. Fumar mata a 400,000 personas en Estados Unidos cada año, según el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades. Y el objetivo de esta nueva ley es muy sencillo: que el tabaco maté a menos gente. De nuevo, los pulmones norteamericanos estarán un poco más protegidos que los de los mexicanos, los europeos o los chinos. Si mi padre hubiera sabido a tiempo del veneno que se estaba metiendo de joven ¿hubiera dejado de fumar? No lo sé. En los últimos años de su vida sí dejó de fumar pero ya era demasiado tarde; sus venas y arterías eran de cartón. Lo extraño horrores. Siento que me hace más falta ahora que cuando yo era niño. Y lo entiendo mejor. Quizás porque me acerco peligrosamente a la edad en que el tabaco lo ahorcó. Siempre he tenido la impresión que la verdadera vocación de mi padre fue la magia, no la arquitectura. Su cara se iluminaba cuando nos hacía trucos de magia y le encantaba desaparecer monedas y sus propios dedos ante los atónitos ojos de cualquier niño. Y su dolorosa despedida tuvo, sin duda, algo de magia. Al final, mi papá se fue en el humo.