ANDREA RODRIGUEZ,
Associated Press
PETARE, Venezuela (AP) — La vida de Judith Faraiz nunca fue fácil. Desde hace más de cinco décadas su familia vive en este cerro, una ciudad vertical con sus casas apiñadas de paredes sin revocar desafiando la gravedad, sus escaleras empinadas y cuya fama de violenta la hace temible.
Y ahora está preocupada porque teme que el sismo político que vive su país desde febrero le arrebate algo esencial: el tratamiento que los médicos cubanos le están brindando sin costo a su hijo, tras un dramático accidente de moto en agosto que lo dejó al borde de la muerte.
“Puse la vida de mi hijo en manos de Dios y de los médicos cubanos”, dijo Faraiz de 54 años a The Associated, sentada en su modestísima sala de techos bajos y de sillas destartaladas.
Muchos en los cerros defienden esta colaboración debido a que la atención privada es demasiado cara para los pobres y los hospitales públicos tienen una reputación de ineficiencia.
Según los expertos, los nexos se convirtieron en vitales para los dos gobiernos: La Habana compra petróleo venezolano por unos 3.200 millones de dólares anuales mediante créditos blandos –un bálsamo para la maltrecha economía de la isla–, y Caracas apuntala su apoyo entre los pobres en base a programas sociales como Barrio Adentro, por el cual se provee salud a los sectores más vulnerables.
Los galenos son el símbolo más visible de esa cooperación y un arma arrojadiza en medio de los hechos violentos que sacudieron a Venezuela desde hace tres meses y dejaron al menos 41 muertos.
Los manifestantes antigubernamentales en su mayoría de ingresos medios o altos que salieron a las calles para protestar en contra del presidente Nicolás Maduro aseguran que la cooperación es una demostración de que su país va hacia unipartidismo cubano y consideran que la venta de petróleo en condiciones ventajosas y su contrapartida en médicos es un regalo intolerable de la riqueza venezolana.
Rumores de los cuales nadie presentó pruebas incluso refieren que son asesores militares cubanos los que están ayudando a sus pares venezolanos a combatir a los opositores al gobierno y acusan a los médicos isleños de no estar lo suficientemente capacitados.
Para Faraiz esos rumores son falsos. Recordó que doctores del hospital al que llevo a su hijo tras el accidente le querían amputar la pierna luego de que el joven contrajera una bacteria y le recetaron antibióticos que les costaban un sueldo mínimo cada día.
Finalmente, llegaron a La Urbina, uno de los centros de diagnóstico de la colaboración cubana, en el cual trataron el trauma craneoencefálico y salvaron su miembro inferior del muchacho con la implantación de ocho clavos.
“Si ellos se van (los médicos cubanos) se fregaron los pobres”, afirmó Faraiz.
Se estima que hay unos 42.000 colaboradores cubanos en Venezuela, de ellos 31.000 son del área de salud, entre los cuales están unos 11.000 médicos.
En los más 10 años desde que arrancó fuerte la colaboración, pasaron por Venezuela unos 100.000 cubanos con profesiones tan disímiles como deportistas, ingenieros o artistas de circo.
Venezuela les paga a los médicos un estipendio pequeño para su manutención y viven en habitaciones junto a las clínicas o consultorios a donde trabajan. Cuba por su parte, les respeta su salario en pesos cubanos (unos 30 dólares al mes) y les deposita además 425 pesos convertibles –igual dólares– mensualmente, una pequeña fortuna en la isla.
“Nuestro trabajo es asegurar la atención en salud. No importan los bandos políticos a la hora de atender a un paciente”, dijo a la AP Yurisleidy Varela, la directora de la clónica La Urbina, ubicada en el Petare, al este de Caracas.
Cuando llegaron los primeros médicos hace más de 10 años había resistencia de la población que los miraba con desconfianza o les cerraban la puerta en la cara, reconoció Varela, de 29 años, tres de los cuales se los pasó en Venezuela atendiendo pacientes de las barriadas pobres: heridos de bala, jóvenes adictos al alcohol y las drogas, gentes que durante años se curaban con hierbas.
“Hoy la aceptación es buena”, agregó Varela orgullosa. La Urbina tiene servicios de urgencia, oftalmología, pediatría, entre otros y realiza cirugías por mínimo acceso de manera gratuita.
Pero afuera de los barrios marginales o las comunidades rurales pobres, los cubanos se convirtieron en un foco para descargar la animadversión al gobierno venezolano.
En febrero, decenas de personas con pancartas que decían “Fuera Cubanos” acosaron a un equipo de béisbol de la isla que viajó a jugar un torneo regional.
En semanas recientes, asaltantes quemaron una clínica en la occidental ciudad de Barquisimeto y aunque ningún galeno salió lastimado ellos sienten tensión.
“Hemos tratado de tomar medidas de seguridad. Uno no sabe qué puede pasar. Si ellos están agrediendo a sus propias instituciones, imagine usted con nosotros los cubanos”, comentó Varela.
Las exageraciones y estigmas de la oposición sobre los nexos entre Cuba y Venezuela tienen para Miguel Tinker Salas, profesor de Historia Latinoamericana de la Pomona College una explicación económica y política: “Venezuela históricamente a raíz del petróleo estaba acostumbrada a una serie de relaciones profundas con Estados Unidos. El proceso chavista cambió esa realidad”.
“Está el (des)abastecimiento, está la inseguridad, pero el tema de Cuba no es un asunto que definiría la realidad política venezolana”, expresó.
El fenómeno de porqué la pequeña Cuba se convirtió en un motivo de tira y afloje cuenta además con una dimensión simbólica.
“Estamos hablando de una generación de líderes que incluye a (ex presidente brasileño Luiz Inacio) Lula, a Dilma (Rousseff), a (presidente) Rafael Correa”, indicó Tinker Salas, de origen venezolano.
“Cuba fue un modelo para esta generación y creo que es, en cierta forma, declarar su autonomía e independencia en sus relaciones con Estados Unidos”, agregó.