Esther Cepeda
Columnista
CHICAGO – La mitad de Estados Unidos será obesa en 2030, salvo que la intervención del gobierno —abaratando los alimentos saludables, encareciendo los alimentos basura y regulando la comercialización de alimentos insalubres— se lleve a cabo, según un informe del Lancet, una publicación médica británica.
En una conferencia de prensa en que se dio a conocer el informe, uno de sus autores, el profesor de Harvard, Steven Gortmaker, dijo, “Los gobiernos sin duda deben liderar la prevención de la obesidad, pero, hasta el momento, pocos han demostrado guía alguna. Si no tenemos medidas y no establecemos objetivos, no realizaremos mucho progreso”.
Yo no podría estar más de acuerdo. Soy una enorme defensora de que el gobierno provea de incentivos para conductas saludables. Pero antes de que esas medidas entren en vigencia, a la gente debe comenzar a importarle la epidemia de obesidad de la niñez y de los adultos en este país.
Durante los últimos 10 años, he visto poca reacción a una avalancha de increíbles estadísticas concernientes a la obesidad y a las enfermedades relacionadas con ella. Asombrosos incrementos porcentuales estado por estado, advertencias de que la obesidad se está convirtiendo en una amenaza para la seguridad nacional, porque el peso descalifica a los individuos para servir en las fuerzas armadas, e incontables informes científicos sobre el coste médico, sociológico y económico de millones de dólares de esta epidemia han hecho poco para inspirar más que indignación porque el gobierno está “metiéndose” en el problema de obesidad de Estados Unidos.
¿Qué llama la atención de la gente? Traten “Maggie Goes on a Diet”(Maggie inicia una dieta).
El libro, cuyo autor es Paul M. Kramer, no ha salido aún a la venta, pero ya ha causado una controversia en los medios sociales, porque apunta a lectoras de 8 y más años con un mensaje que, pienso yo, realmente trata de dar solaz y aliento a niñas con problemas de obesidad.
La descripción en Amazon.com dice: “Este libro relata la historia de una niña de 14 años que comienza una dieta y que pasa de ser sumamente gorda e insegura a ser una niña de tamaño normal, que se convierte en estrella de fútbol. Con el pasar del tiempo, con ejercicio y dedicación, Maggie se vuelve más y más segura de sí misma y desarrolla una auto-imagen positiva”.
Teóricamente, no hay nada para protestar aquí —un tercio de los niños estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos. Esa situación, a su vez, limita la movilidad y el acceso a actividades físicas como los deportes grupales y destruye la autoestima. Perder peso de manera saludable lleva tiempo y mucho trabajo y perseverancia, restricción de calorías y ejercicio. Y el éxito de un desafío tan duro sin duda puede estimular la confianza de todo el que haya triunfado en transformarse en una persona en buen estado físico.
El problema es que la cubierta —en la que una niña con sobrepeso y un apretado vestido rosa observa con ansias la imagen en un espejo de una niña delgada— refuerza la aceptada actitud de que la obesidad es, principalmente, una cuestión de imagen, y no una cuestión de salud.
Esta falsa creencia colectiva impide que la gente se tome seriamente esta enfermedad mortal y, en cambio, caracteriza los intentos por combatir una crisis médica legítima como más evidencia de que la sociedad presiona a las mujeres, hombres y niños a tener un tamaño o forma “ideales”.
Eso ayuda a los que predican que todos somos especiales y bellos, independientemente de la apariencia que tengamos. Lamentablemente, si nos concentramos totalmente en la auto-aceptación y autoestima, eclipsamos el hecho de que cualquiera, delgado o gordo, puede ser hermoso, especial y, al mismo tiempo, muy enfermo.
Una vez que la gente comienza a hablar de la obesidad diciendo que no debe esperarse que todos seamos delgados como los que aparecen en televisión, revistas y films, es difícil redirigir la conversación al tema de si la sociedad debe sucumbir a una enfermedad, que puede prevenirse en un 100 por ciento.
Sin grandes cambios en la actitud de la población sobre la obesidad —además de una revolución en la forma en que se comercializan los alimentos, y una mayor conciencia de la población sobre cómo comer y permanecer activo para mantener un peso saludable— un tercio de todos los niños nacidos en el año 2000 desarrollarán diabetes Tipo 2 en el curso de su vida. Muchos otros enfrentarán problemas relativos a la obesidad, como afecciones cardíacas, presión arterial alta, cáncer y asma.
Seguro, es más fácil indignarse sobre la actitud de un autor hacia los problemas de imagen de una niña ficticia de 14 años de lo que es reflexionar sobre las políticas de salud pública. Pero si ustedes prefieren debatir la cuestión de la apariencia, es bueno que consideren que no hay nada más difícil de observar que un niño que no puede caminar una cuadra sin quedarse sin aliento, un adolescente que debe pincharse los dedos día por medio para medir su nivel de azúcar en la sangre o un adulto que debe vivir una vida más breve tomando medicamentos para controlar el ritmo cardíaco o la presión arterial.