Por Sandra Maqueda
Queridos lectores, en esta ocasión quiero compartir con todos ustedes una experiencia que me dejo mucho aprendizaje y pude comprender como los seres humanos somos ciertamente compatibles si nos conectamos con nuestras necesidades y las necesidades de los que están a nuestro al rededor desde el fondo de nuestro corazón. Les cuento entonces que todo empieza con uno de esos días que en mi agenda toda va a buen ritmo y a buen compás con las manecillas del reloj, cosa natural siento que el día va sin prisas por hoy, de repente me percato de que había una tarea que no se había concretado justo antes de una reunión que tenía con uno de mis equipos de trabajo, no era gran cosa pero que de llevarla a cabo podría mejorar aún más nuestra reunión. Sentí ese impulso de aventurarme a logarlo a como diera lugar.
Me dirigí rápidamente a una tienda papelería e imprenta para poder resolver ese pendiente y salir a flote, pero de pronto me encuentro con que no había papel del que yo necesitaba por las medidas de mi diseño, así que bueno respire profundo y decidí que otro tipo de papel también podría quedar bien y elegí un papel diferente sin más. Al llega con el único hombre que se encontraba en el área de imprenta, lugar donde típicamente hay hasta tres personas, lo encuentro con una actitud de pocos amigos y con mínimas ganas de ayudarme a resolver lo que ya se empezaba a convertir en una misión imposible, porque el reloj seguía avanzando.
Cuando este joven de unos 29 años, de raza blanca, que se encontraba atendiendo como a tres personas a la vez y con una ganas tremendas de salir y tomar su “brake” me dice de forma cortante, que no tendría tiempo de atenderme con ese tipo de trabajo que yo necesitaba ¡para ya! por lo menos demoraría hora y media antes de poder ayudarme, casi me da la chiripiorca (referencia “El chavo del ocho).
¿Qué haces en ese momento? Piensas ¿qué racista? y te llenas de ideas negativas, sales corriendo a buscar otra tienda de ese estilo, lo que es todo un reto en una ciudad como Seattle y con el tráfico bueno, el tiempo seguía consumiéndose. Respiré profundamente y solo le dije ¡OK! con un tono un poco desconcertado, como queriendo aparentar que no estaba entendiendo. Así que respire una vez más y pensé, qué es lo que tiene a este chico tan de malas, analice cada detalle y el panorama estaba claro, este chico corriendo de un lado a otro trataba de terminar con todo el trabajo que tenía por sacar y acumulándose con cada cliente nuevo que llegaba a la tienda y se acercaba para preguntarle cosas y entre imprimir una fotografía y cobrarle a otro cliente, este muchacho que solo ansiaba tomar su descanso, no veía la posibilidad de que eso sucediera, pues el solo con todo ese trabajo no podría lograrlo.
¿Cuántas veces yo he sentido eso mismo? He sentido que están abusando de mí, que me han puesto a hacer a mi sola lo que 5 personas se supone deberían hacer. Me ha pasado.
Ya sabía lo que le estaba pasando a ese chico, lo entendí y en base a esa necesidad de él y la mía también, me conecte desde el fondo de mi corazón, amablemente espere, fui paciente y además termine ayudándole para que sacara más rápido su trabajo pregunte al gerente por otra persona más que pudiera apoyar en esa sección, así fue como pude cumplir con mi tarea y además sentirme muy bien conmigo misma y con los demás, creo que las meditaciones y el ejercicio si ayudan jeje, practícenlo porque todos somos uno.