Ester Cepeda
Columnista
La leche achocolatada es mi acérrima enemiga. Las torrejas inundadas de jarabe de arce y los cereales azucarados también lo son. Pero empecemos por la leche.
La leche blanca, a pesar de que a nadie le gusta en absoluto en mi casa, siempre ha sido la bebida que mis hijos han tomado con las comidas. Nunca es fácil, pero la leche es la opción más saludable y puesto que soy yo la que planeo las comidas en mi casa, así es como son las cosas.
Después comenzaron el primer grado y el almuerzo venía con la opción de leche sola o leche con sabor a fresa o a chocolate. Ustedes saben, yo sé y todo el que haya sido niño sabe qué tipo de leche es la que desaparece en un santiamén todos los días en el almuerzo –la industria de los lácteos estima que el 71 por ciento de la leche que se sirve en las escuelas es con sabores.
Pero, ¿acaso un cartón pequeño de leche al 1 por ciento, achocolatada o con sabor a fresa, es realmente pernicioso?
Sin duda, no está obligado a serlo, pero observen el reciente menú de un miércoles en la escuela de mi barrio, donde el 81 por ciento de los estudiantes pertenece a minorías y el 70 por ciento entra en la categoría de bajos ingresos y cumple los requisitos para recibir almuerzo y desayuno gratis o a precio reducido.
La principal oferta era un “perro caliente(1) con queso en un pan”, con chícharos(2), una naranja fresca y la selección de leche. No está tan mal, si pasamos por alto el dudoso valor nutritivo del “perro caliente con queso” y suponemos que los chícharos y la naranja no se tiran. En este contexto, las 70 calorías extra cargadas de azúcar, de la leche achocolatada no perjudican a nadie.
Digamos que un estudiante optó por el “Almuerzo divertido”, compuesto de cereal Frosted Flakes con azúcar reducida, queso, un paquete de galletas Graham, una naranja y leche de elección. Eso no es un almuerzo, eso es puro postre. Y tengo buenas fuentes para decir que la leche achocolatada se vertió ese día sobre los Frosted Flakes, como a menudo se hace sobre otros cereales azucarados que pasan por almuerzo en la escuela de mi barrio y probablemente en la suya también. No acepten mi palabra, verifiquen en el sitio Web de su escuela local los menús, y quizás se sorprendan con las selecciones del almuerzo.
Y aunque es un hecho documentado que casi el 90 por ciento de los niños que asisten a la escuela de mi barrio tienen peso excesivo o son obesos, sólo 6 de los 69 almuerzos de mayo fueron considerados “combinaciones de comidas que cumplen con normas precisas de nutrición, que apoyan directrices de comidas saludables para los estudiantes”.
Lo que quiero decir es que si cada estudiante comiera un almuerzo nutritivo todos los días, la leche con sabores no sería tan importante, pero eso es un cuento de hadas. No tiene sentido alguno que las escuelas públicas inculquen en los niños el mal hábito de escoger leche achocolatada o con sabor a fresa para acompañar comidas habituales del menú nutritivamente espantosas, aunque populares, tales como puré de papas, nachos o esas torrejas en jarabe.
Afortunadamente, durante estos meses de verano, algunos administradores progresistas de todo el país están contribuyendo a intentar detener la crisis nacional del niño obeso, diciendo “no” a la leche con sabores en las cafeterías de las escuelas.
John Deasy, superintendente del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, anunció recientemente que recomendará que la junta escolar elimine la leche achocolatada y con sabor a fresa en su próximo contrato de lácteos. Los Ángeles se unirá a otros distritos en California y a escuelas de Colorado, Minnesota y Washington, D.C., que han decidido dejar de ofrecer leche con sabores por lo menos durante las comidas.