Esther Cepeda,
The Washington Post
CHICAGO – Si, en el seno de un cierto subgrupo de estadounidenses blancos, existe un temor inherente a la latinización de los Estados Unidos, ¿existe una desazón paralela entre algunos hispanos? ¿Quizás no temor en sí mismo, pero tal vez una aversión a volverse blancos? En un reciente artículo del New York Times sobre la propagación de sitios Web supremacistas, aparecía una foto de dos imanes en el refrigerador de alguien irónicamente llamado, Don Black, director de stormfront.org. Ambos pedían que no hubiera un “genocidio blanco”. A menudo leo comentarios similarmente ansiosos sobre pureza racial y cohesión comunitaria de latinos a quienes les repulsa la idea de ser considerados, clasificados o identificados como blancos. Recordemos toda la controversia sobre “hispano blanco” en el caso de George Zimmerman en 2013, en la cual individuos que se identificaban como verdaderamente hispanos (o latinos, como lo prefieren algunos) se quejaron de que ellos eran definitivamente, bajo toda circunstancia, y qué importa lo que diga el Censo, ¡¡¡NO-BLANCOS!!! Después, en 2014, el descontento siguió cuando Nate Cohn, del New York Times, publicó un artículo titulado “Más hispanos se declaran blancos.” Citaba investigaciones presentadas en una reunión anual de la Population Association of America: “2,5 millones de estadounidenses de origen hispano, o aproximadamente el 7 por ciento de los 35 millones de estadounidenses de origen hispano en 2000, cambiaron su raza de ‘alguna otra raza’ en 2000, a ‘blanco’ en 2010.” El pobre Cohn casi fue crucificado digitalmente por eso. Su artículo desencadenó una furia de posts en blogs, diatribas en los medios sociales y mensajes electrónicos del tipo “Ay, Dios mío, NO me digan que los hispanos se están volviendo blancos.” Un titular particularmente divertido en una columna sindicada nacionalmente decía: “¿Corren los hispanos peligro de convertirse en blancos?” Peligro. Otro titular, en el post de un blog que aparece en el sitio watercolorconvos.com, dedicado a afroamericanos, decía: “Los hispanos se están volviendo blancos y eso no es positivo.” La autora, Jenn M. Jackson, explicaba: “Muchos han dicho que los blancos se convertirán un día en minoría en este país. Los estadounidenses latinos son el mayor grupo minoritario, se dijo que superarían a los blancos en población total —convirtiendo a Estados Unidos en un país en que la mayoría es una minoría ya en 2043. (BASTARDILLAS) ¿Cómo ocurrirá eso si los estadounidenses latinos se están volviendo blancos? (TERM. BAST.) Simplemente, no ocurrirá … Aunque me placería decir que no constituye una amenaza para nuestro bienestar colectivo, no puedo hacerlo. Es una amenaza, una amenaza inminente.” Una amenaza. Unos meses más tarde, un análisis para el Washington Post de la encuesta American National Election Studies de 2012 concluyó que los latinos de tez más clara tienen más probabilidades que los de tez más oscura de identificarse como republicanos y votar a favor de los republicanos. ¡Ay, Dios mío! Nicholas Vargas, profesor adjunto de Sociología en la Universidad de Texas en Dallas, intervino con un estudio sobre los hispanos que se auto-clasifican como blancos y que informan ser percibidos como blancos por otros estadounidenses. Su conclusión es que: “Parece que sólo un subconjunto muy pequeño de latinos/as quizás se esté ‘volviendo blanco’ en la manera en que investigadores previos pronosticaron.” Eso hizo que algunas de las pocas personas que leyeron el estudio de Vargas se pusieran de pie y vitorearan. Sí, ése es el caso de mi marido blanco y yo. Nuestros dos hijos mezclados han vivido en vecindarios predominantemente hispanos, han ido a escuelas predominantemente hispanas y se han criado en una familia predominantemente hispana (si se tiene en cuenta a la abuelita y el abuelito) toda su vida. Sin embargo, se identifican como blancos. Créanme, no dan miedo ni son amenazantes–a mí me caen bastante bien.