Por Sylvia Cabrera
Lic. en Derecho UIA/CDMX
Hablar de cultura es hablar de un universo. No se trata solamente de comprender y verbalizar en otro idioma. Tampoco se trata de enunciar los íconos a los que la publicidad tiende a reducir a un país y que, lejos de reflejar riqueza, reproducen prejuicios y distorsiones. La cultura es lo cotidiano, la vida diaria en la que se cultivan tradiciones y se comparte una multiplicidad de visiones y percepciones de lo ajeno y lo propio. Pretender reducir ese vasto universo a un intercambio comercial o de negocios crea invariablemente un vacío difícil de explicar. Un claro ejemplo es cuando nos encontramos fuera de nuestro país y requerimos de un servicio. No hay empatía entre quien busca el servicio y quien lo ofrece. Cada uno se aferra al extremo opuesto de un puente infranqueable, perdiendo la oportunidad de comunicar con claridad el propósito, la meta y las expectativas.
Esta situación es lugar común entre las minorías que residen en los Estados Unidos, incluyendo a la comunidad Latina. No hemos logrado romper la barrera cultural a la que hacemos frente todos los días en el supermercado, la escuela, el médico, el trabajo, etc . Y las cosas se complican aún más cuando necesitamos llamar a un abogado. ¿Por qué?
Sencillamente porque pensar en cuestiones legales preocupa e intimida. Preferimos posponerlo que enfrentarlo o invertir en algo que anticipamos terminará perjudicándonos. Ingenuamente pensamos que el consejo de algún amigo o familiar bastará para salir del paso airosos. Creemos fervientemente que el “elefante en la habitación” se esfumará por completo mientras menos pensemos en él. Pero, lejos de resolverlo, mientras más ignoramos a ese elefante, más crece y más amedrenta.
La riqueza cultural de América Latina, como la de otros países de habla hispana, es innegable. Su gastronomía, arquitectura, arte, literatura, turismo y creencias son muestra palpable de ello. También lo son valores como la familia, la solidaridad, la inclusión y el respeto. Sin embargo, en nuestros países no se ha cultivado lo suficiente la prevención. En eso también somos distintos: nos parece difícil pensar en resolver algo que aún no es un problema y por ende ¡no existe!
Debemos reconocer que el sistema de justicia en los Estados Unidos sirve a los menos favorecidos y en muchos casos es garantía de equidad también para las minorías. Y, precisamente para beneficiarse de ese sistema, se requieren los servicios de un abogado. Alguien que además de hablar español pueda comprender la riqueza de nuestro bagaje, distinguir nuestra esencia y reconocer que, a pesar de coincidir nuestra meta de obtener justicia, la forma de alcanzarla siempre será distinta. Alguien que conozca de cerca nuestras costumbres y sepa también de nuestras carencias, porque sólo así lograremos franquear la barrera cultural que nos separa. Sólo así habrá pleno entendimiento, certeza y confianza de que ambos avanzamos hacia el mismo objetivo.