Maria Elena Salinas
En el condado de Suffolk de Nueva York un grupo de jóvenes adolescentes parece haber adoptado un nuevo pasatiempo morboso. Lo que hacían como pasatiempo los siete jóvenes, era salir a “dar una paliza a un mexicano.”
Desafortunadamente para Marcelo Lucero, él se cruzó en el camino de los muchachos una noche de sábado del mes de noviembre. Lucero no era mexicano, era de Ecuador, pero el ataque contra él fue simplemente por su apariencia étnica. A Lucero le pegaron y lo apuñalaron hasta que murió. Los adolescentes han sido detenidos y procesados.
Su muerte ayudó a descubrir un funesto patrón de conducta por parte de los jóvenes. Resulta que Lucero fue solo la última víctima de lo que se había vuelto un pasatiempo rutinario: buscar a hispanos para atacarlos.
Según el FBI los crímenes de odio contra latinos aumentaron en el 2007. Se reportaron 1,256 ofensas cometidas basadas en el origen étnico o nacionalidad de una persona y de esos casos un 61.6 por ciento fueron contra latinos. En los últimos 4 años ha habido un 40 por ciento de aumento en los crímenes de odio.
El Centro de Pobreza Legal del Sur dice que también se ha producido un aumento en los grupos de odio. Subieron de 602 en el año 2000 a 888 en el 2007, un incremento del 48 por ciento. Los grupos de supremacistas blancos que se concentran normalmente en atacar judíos o afro-americanos ahora persiguen también a los latinos. Y se atribuye el crecimiento de estos grupos de odio al tono negativo del debate migratorio.
Hay un patrón claro. Cuando tenemos a políticos y comentaristas en los medios que acusan a los inmigrantes de quitarle empleos a los norteamericanos, de ensuciar nuestras calles, de propagar enfermedades, de amenazar nuestra cultura y los catalogan de criminales, no debía sorprendernos que alguien se tome la libertad de intentar eliminarlos si piensan que no abra consecuencias.
Cuando las autoridades migratorias se meten a casas y negocios acorralan a los inmigrantes, los detienen y deportan, no debe sorprender que alguien con una mente enferma piense que atacar a hispanos como si fueran una plaga es una forma de limpieza social. Ya ni parece importar si están en el país legalmente o no. Lucir hispano es suficiente para ser discriminado, atacado o como en el caso de Lucero, asesinado.
No hay nada que justifique que adolescentes salgan a cazar hispanos con la intención de hacerles daño. Pero ayudaría si aquellos que ostentan el poder y tienen la atención de las masas cambiaran el tono del debate migratorio. No son los inmigrantes los que están amenazando los valores norteamericanos, sino aquellos que no valoran la vida los que son la verdadera amenaza.