Por Carlos E. Jiménez
En los últimos tiempos somos testigos de los grandes cambios climatológicos que se están produciendo en el mundo. Muchos de estos cambios tienen como principales causantes a las grandes empresas que, dentro de su actividad, contaminan el medio ambiente ya sea a través de los relaves mineros o petroleros, o en otros a través de la emisión de gases producto del excesivo parque automotor que existe en el mundo. Además, otro factor importante es el uso de productos químicos en la agricultura, que generan contaminación en el medio ambiente y afectan la salud de millones de personas que trabajan en este sector importante para la vida del hombre.
En este aspecto conviene hacer algunas reflexiones. Así, nadie duda que el medio ambiente es propiedad de todos los seres humanos, sin distinción de credo, raza o idioma, de nacionalidad, estatus social o posición política, pues todos respiramos el aire y también a través de este aire tomamos de él sustancias contaminantes que originan enfermedades de todo tipo.
Ante estos hechos, en todo el mundo se están implementando políticas orientadas a buscar alternativas de solución para la cada vez más grave situación del medio ambiente, y es una urgente necesidad contribuir con esta causa a través de diversos mecanismos que permitan por lo menos aliviar en algo las consecuencias de la contaminación ambiental que, en algunas sociedades, están causando perjuicios incluso en la alimentación de los pueblos, cuando por ejemplo se contaminan las aguas de los ríos o lagos como consecuencia de la extracción minera o explotación petrolera, los pobladores ya no pueden alimentarse de peces y su agricultura sufre las consecuencias del agua contaminada. Las víctimas por lo general son aquellas comunidades donde se realizan estas actividades.
De otra parte, las grandes ciudades también padecen por la emanación de gases que producen el uso de los combustibles, lo que genera ciudades grises, con alta contaminación del aire que respiran sus habitantes, y que cada vez hace que aparezcan enfermedades pulmonares derivadas de estos hechos ocasionando que la expectativa de vida sea cada ve menor en la comunidad que, además, no cuenta con los servicios médicos adecuados para enfrentar estas enfermedades producto de la contaminación.
Este panorama nos lleva a sostener que proteger el medio ambiente es una responsabilidad social, donde personas individuales, empresas y gobiernos tenemos la obligación de hacer algo para aliviar por lo menos en algo los efectos de la contaminación.
En el caso del medio ambiente, no se trata de simplemente exigir a las autoridades que implementen acciones que propicien mejorar las condiciones ambientales, para lo que evidentemente se requiere de economía que, en este caso, es la que el Estado recauda como producto de la contribución de todos los habitantes a través de impuestos. Las empresas tienen una obligación social de también contribuir en mayor medida teniendo en cuenta que son quienes propician esta contaminación.
Nos tomamos la licencia de poner un ejemplo que nos permita tomar decisiones. Si nosotros colisionamos con otro vehículo sea cual fuere la causa, tenemos la obligación de asumir el costo de la reparación del vehículo afectado, y si somos responsables no tenemos que esperar mandato alguno sino el llamado de nuestra propia conciencia.
Entonces, es lícito pedir a las empresas que destinen de sus utilidades anuales un porcentaje que sirva para programas de protección del medio ambiente a través de proyectos de investigación, de implementar acciones de carácter médico asistencial, de fomentar el uso de protectores para prevenir enfermedades derivadas de la contaminación especialmente en el campo, y por qué no decirlo que ayuden a las comunidades afectadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
No estamos diciendo que cierren las empresas, sino que entendiendo que también son parte de la sociedad, hagan suya la sentencia que ensayamos: Proteger el medio ambiente es una responsabilidad social.
En el Estado de Washington hay una iniciativa que esperamos reciba el respaldo responsable de la ciudadanía en las elecciones de este 6 de noviembre. Y queremos decirle a la comunidad que en otros países ya se ha logrado algo de esta responsabilidad social, cuando las empresas pagan un monto denominado “canon” que entregan al gobierno para que a su vez las derive a las comunidades afectadas.
No se trata de ser antiempresa ni militante de algún partido político, sino de sumarnos a esta causa que beneficia a todos sin distinción alguna, y que hagamos realidad lo que dice el título de este artículo. “Proteger el medio ambiente es una responsabilidad social”.