Obama: Tarde pero aun bienvenido

Jorge Ramos

Columnista

El discurso sólido y sombrío de Obama en American University el 1 de julio fue lo que hemos estado esperando desde que tomó posesión de la Presidencia hace 18 meses. Cuando era candidato presidencial, Obama prometió que apoyaría una propuesta de reforma inmigratoria en el primer año de su gobierno. Esa promesa ya ha sido rota.

En este discurso nos dijo lo que ya sabíamos: muchos republicanos en el Senado que antes estaban dispuestos a apoyar la reforma, han revertido sus posiciones.

Es una lástima que no haya hablado antes, cuando tenía 60 votos en el Senado. Pero son noticias bienvenidas saber que Obama seguirá tratando de cumplir su promesa de campaña. El tema general es que la comunidad latina está cansada de discursos; quiere acción.

La popularidad de Obama entre los hispanos se desplomó de 69 por ciento en enero a 57 por ciento en mayo, según la más reciente encuesta de Gallup. La comunidad observa cómo la falta de acción de la Casa Blanca y del Congreso ha permitido que estados como Arizona tomen el asunto inmigratorio en sus propias manos.

La ley SB 1070 de Arizona, que entra en vigor el 29 de julio, promoverá el racismo al permitir a la policía detener a individuos basándose sólo en el color de su piel o en su acento.

No olvidemos que, aunque el presidente no tiene los votos en el Senado, pudo haber suspendido las deportaciones de estudiantes y de padres inmigrantes de ciudadanos estadounidenses. Pudo haber presionado en el Congreso para la aprobación del Dream Act antes de noviembre, permitiendo que miles de jóvenes indocumentados iniciaran sus estudios universitarios.

Pudo haber convocado a una reunión cumbre con líderes de ambos partidos para que dieran la cara ante los votantes hispánicos antes de las elecciones intermedias. Pudo haber presentado su propia iniciativa de ley inmigratoria, como prometió durante la campaña presidencial. No hizo ninguna de estas cosas.

Pese a todo, el discurso del presidente estuvo muy bien. Nunca lo había visto tan tranquilo y directo. Fue al punto y se refirió directamente a los miedos de muchos estadounidenses, dejando en claro que la mayoría de los inmigrantes indocumentados no son criminales, y que tienden a desempeñar empleos que, de otra forma, permanecerían vacantes.

En el mejor momento del discurso, Obama dijo que era imposible deportar a 11 millones de personas. “Eso sería logísticamente imposible”, dijo Obama, y agregó, “y rompería la esencia de este país”.

Estableció también condiciones muy claras para la posible legalización de indocumentados: pagar multas e impuestos, aprender inglés y estar dispuestos a colocarse al final de la fila.

Pero los discursos, incluso los grandes discursos, ya no bastan. “El sistema está roto”, dijo, y más adelante: “Nuestra tarea, entonces, es hacer que nuestras leyes nacionales realmente funcionen — dar forma a un sistema que refleje nuestros valores como nación de leyes y nación de inmigrantes”. Incluso si los estadounidenses están dispuestos a aceptar la realidad de que debemos construir un sistema nuevo para enfrentar nuestra situación actual — y la mayoría no lo está — entonces los inmigrantes que esperan un trato justo todavía tienen un largo camino por delante. En el siglo 21, es moralmente indefensible que el país más poderoso de la Tierra persiga a aquellos que son los más débiles y menos protegidos.

Un buen discurso. Pero ya se acabó el tiempo para las palabras.