Jorge Ramos
Ya era hora. La nominación de Sonia Sotomayor a la Suprema Corte de Estados Unidos llega poco después que los hispanos se convirtieran en la minoría más grande del país. En caso de ser confirmada, ella representará a casi 50 millones de latinos que, hasta el momento, no tenían una voz en el tribunal más alto del país. Su nominación está cargada de simbolismo: sería la tercera mujer en entrar a la Suprema Corte, la primera latina y la primera en hablar español. Por fin, la Suprema Corte (compuesta actualmente por ocho hombres y una mujer) empezaría a parecerse un poquito más al resto del país. La fuerza de Estados Unidos radica en su diversidad. Y lo que Sotomayor puede llevar a la Suprema Corte de Justicia es un cúmulo de experiencias que ninguno de los otros jueces tiene. Ella sabe lo que es ser diagnosticada con diabetes a los 8 años de edad. Sabe lo que es perder a su padre a los 9 años de edad. Ella sabe lo que es crecer humildemente en el Bronx de Nueva York, ver películas de Cantinflas, escuchar merengue y comer patitas de cerdo con garbanzo. Los otros magistrados no. Tienen un origen distinto. Sotomayor — quien es jueza en la Corte Federal de Apelaciones de Nueva York y estudió en Princeton y Yale — comparte con los otros jueces el haber asistido a las mejores universidades del país. Pero ninguno de ellos hizo su tesis sobre Luis Muñoz Marín, el primer gobernador electo de Puerto Rico y fundador del Estado Libre Asociado (que actualmente rige la relación de la isla con Estados Unidos). Eso marca. Y ella lo sabe. Es la importancia de llamarse Sonia Sotomayor. Su experiencia — como una de las personas mejor calificadas del país para el puesto — hará que el máximo tribunal del país tenga una sensibilidad y consideración mayores con las minorías y con los inmigrantes. La madre de Sotomayor emigró a los 17 años de Puerto Rico a Estados Unidos. Y ella sabe que solo emigran los que tienen que hacerlo. ?Las experiencias personales afectan las cosas que los jueces deciden ver?, dijo Sotomayor durante un discurso en el 2001. ?Y yo acepto que algunas (de mis decisiones) estarán basadas en el hecho de ser mujer y en mi herencia latina.? Algunos temen que la experiencia de Sotomayor como una mujer hispana vaya a influir indebidamente en sus decisiones en la Suprema Corte de Justicia. Pero es absurdo pensar que ella pueda y quiera hacer a un lado su género y origen étnico, como si se tratara de un uniforme o una máscara. Uno vive con su color de piel, con su lenguaje, con su cultura, con su historia personal. Eso no se quita y se pone a voluntad. Eso te define. Sotomayor puede resultar muy prematura para el cargo en opinión de aquellos que no se han dado cuenta de lo rápidamente que está cambiando la demografía de Estados Unidos. Pero ella es un reflejo perfecto de nuestros tiempos. En menos de un siglo habrá más hispanos que blancos anglosajones en Estados Unidos. Lo que esto quiere decir es que Estados Unidos se parecerá cada vez más a Sotomayor que a David Souter, el juez que ella reemplazaría en la Corte. Ella es una mezcla y se autodefine como ?nuyorican?. El rostro de Sotomayor es el rostro del futuro de Estados Unidos. Y si los republicanos votan en su contra podrían alejar, aún más, al creciente electorado hispano y perder más votaciones. La historia de Sotomayor es tan improbable como la del presidente Barack Obama. Es muy posible que en otro país ambos hubieran sido condenados a la pobreza y a los márgenes de la sociedad. Pero no en Estados Unidos.