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Cursar estudios universitarios parecía inconcebible cuando Adriana Sánchez, hija de trabajadores agrícolas, llegó a California a los 12 años con su familia, que se quedó en el país después que vencieron sus visas.
A los 24 años, Sánchez acaba de graduarse de la Universidad Estatal de California, Fresno, con una maestría en Relaciones Internacionales, trabajo de tiempo completo y ningún préstamo que devolver. Gracias a una zona gris en la ley federal, trabaja como contratista independiente.
Miles de jóvenes adultos traídos de manera irregular a Estados Unidos cuando eran niños ahora tienen títulos universitarios. Al igual que Sánchez, se ingenian para evitar las trabas legales e iniciar una carrera. Obtienen experiencia laboral, inician negocios y solicitan licencias profesionales. “Hay un conjunto de jóvenes talentosos que están convencidos de que son estadounidenses porque fueron criados y educados aquí, hablan inglés fluido y tienen un nivel de educación igual o superior al del estadounidense promedio”, dijo Roberto Gonzales, sociólogo de la Universidad de Chicago. Si hay cada vez más jóvenes inmigrantes en situación irregular con títulos universitarios –los que cruzaron la frontera con sus padres están alcanzando la mayoría de edad.
Nadie sabe cuántos de estos inmigrantes están en las universidades o se han graduado. Pero en 2010, unos 96.000 adultos jóvenes sin estatus legal tenían una licenciatura o un posgrado, según el Instituto de Políticas Migratorias.
La ley federal prohibe a los empleadores contratar a sabiendas a inmigrantes ilegales, pero no los obliga a verificar el estatus inmigratorio de quienes se presentan como contratistas independientes. Por eso, el cliente que les paga por sus servicios no está violando la ley, aunque el contratista no esté autorizado a trabajar en Estados Unidos, dijo Stephen Yale-Loehr, profesor de derecho en la Universidad Cornell.