LA PAZ (AP) — Evo Morales forjó su carrera política desde las trincheras de campesinos que defendían la siembra de coca, pero por primera vez desde que llegó al gobierno, desplegó esta semana a soldados y policías con la misión de erradicar cocales en el Chapare, la región de la que emergió como activista y líder sindical.
Aunque la decisión recibió cierto respaldo de los cocaleros de Chapare, que admitieron el fin de semana en una asamblea el crecimiento desmedido de las siembras, es inaudita para alguien quien, con tal de mantener la congruencia con los principios con los que llegó al poder, sigue presidiendo el sindicato cocalero que lo catapultó a la política.
Hasta ahora, el gobierno de Morales había adoptado lo que denominaba “racionalización de la coca”, distanciándose de las medidas de erradicación implementadas a la fuerza por anteriores administraciones, y que consiste en la reducción voluntaria o en consenso de plantíos por parte de campesinos o autoridades.
Pero esta vez, armados con machetes y picos, policías y militares comenzaron la destrucción de cultivos en la región tropical de Chapare, en el centro de Bolivia y el martes encontraron los primeros focos de resistencia con labriegos que bloquearon con troncos rutas de ingreso, informó el martes el viceministro de Defensa Social, Felipe Cáceres.
Los mismos sindicatos cocaleros denunciaron aquellos terrenos que exceden la medida permitida para que se proceda a su erradicación. Hasta ahora no ha habido arrestos ni reportes de enfrentamientos que dejen heridos.
Para justificar las medidas, el ministro dijo en rueda de prensa que “no tienen moral aquellos compañeros (cocaleros) que se excedieron con la coca, no son todos, sabiendo que la coca excedente va al problema ilegal”, que es la producción de cocaína.
No es que el gobierno de Morales haya permitido o instigado un incremento de los cultivos de coca en el país, que prácticamente han venido aumentando desde gobiernos anteriores, pero las cifras de organismos como la ONU indican que en el 2010 la extensión de esos sembríos creció por lo menos un 1% hasta alcanzar 30.900 hectáreas.
El informe anual de ese organismo sobre la materia suele ser difundido en junio, por lo que la nueva versión es esperada en cuestión de semanas.
La arraigada tradición del uso de la coca, a la cual los indígenas andinos le dan usos medicinales y místicos, llevó en el 2004 a Bolivia a permitir a las familias del Chapare la siembra de un área que llaman “cato” y equivale a 1.600 metros cuadrados. Hasta ese momento la coca en esa parte del país era considerada ilegal y su cultivo era únicamente permitido en Los Yungas.