EL CAZADOR DE MONSTRUOS

Jorge Ramos

Su trabajo es perseguir a lo peor que hay entre nosotros. A los genocidios. A los que, desde el poder, matan impunemente. A los que nadie más persigue. La labor de Luis Moreno-Ocampo, el fiscal en jefe del Tribunal Penal Internacional, es cazar monstruos. Cuando conversé con él vía satélite desde La Haya, Holanda — sede del Tribunal Penal Internacional — toda su atención estaba puesta en el presidente de Sudán, Omar al-Bashir. "En el 2003 empezó una rebelión", me dijo, "y el presidente de Sudán, en vez de atacar a los guerrilleros, atacó a los ciudadanos… Mandó a 3 millones de personas a morir en el desierto". Y la culpa, según Moreno-Ocampo, es del presidente sudanés, quien acaba de ser acusado de crímenes contra la humanidad. "Mi primer desafío fue encontrar las pruebas", comentó. "Ahora el desafío es cómo conseguir el apoyo para marginar y aprehender a un presidente en funciones". La orden de captura contra al-Bashir se ha enfrentado al rechazo de varios líderes del mundo árabe y a una acusación de violación sexual en contra del propio fiscal Moreno-Ocampo. "Esa es una de tantas acusaciones que me hicieron desde que yo empecé en este caso", me explicó. "Hubo tres jueces que lo investigaron y hasta la supuesta víctima (una periodista en Sudáfrica) negó todos los hechos … Pero acá el tema es lo que pasa en Darfur: hay 2 millones y medio de personas que se van a morir de hambre". Además de Darfur, otra de las preocupaciones de Moreno-Ocampo es Colombia. Su objetivo: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y organizaciones paramilitares y políticos que colaboran con estos grupos. Este fiscal argentino persigue a los que nadie más quiere perseguir. Esa es la tarea que le ha impuesto el Tribunal Penal Internacional, fundado hace seis años y que aún hoy en día no cuenta con el apoyo de países como Estados Unidos, Rusia, China, Cuba, Israel y la India. Su carrera persiguiendo a los seres humanos más reprobables comenzó en su propio país durante los juicios en contra de la dictadura argentina. Alrededor de 15,000 argentinos "desaparecieron" entre 1976 y 1983. Pero, curiosamente, en esos juicios se enfrentó tanto al general Rafael Videla como a las convicciones de su madre. "Mi mamá estaba en contra mío cuando yo investigaba", reconoció. "Pero justamente el juicio le cambió la mentalidad a mi mamá. (Tras) el juicio, mi mamá me llamó y me dijo: ‘Yo sigo queriendo al general Videla, pero vos tenéis razón. Tiene que estar preso"’. Buscar la justicia. Esta es la constante en la vida de Moreno-Ocampo.