Esther Cepeda,
The Washington Post
CHICAGO — Hay muchos buenos motivos para concordar con que la propuesta del presidente Obama, de permitir que se les pague a los empleados hasta siete ausencias por enfermedad.
Y la mayoría de la población estadounidense está de acuerdo con el presidente en que las ausencias por enfermedad pagas –con las que la mayoría de los empleados de oficinas ya cuentan– deben proveerse a todos los trabajadores.
Durante años, las encuestas han mostrado que la gente favorece las normas que apoyan a las familias, entre ellas, las ausencias por enfermedad pagas. La más reciente se dio a conocer la semana pasada y fue realizada por Lake Research Partners, una firma de encuestas demócrata contratada por la campaña Make It Work, un grupo de incidencia que defiende la seguridad económica para las familias trabajadoras.
El estudio encuestó a una muestra representativa de electores de 2016, sobre una variedad de normas que apoyan a las familias, y el 88 por ciento de los que se identificaron como demócratas, independientes y republicanos dijo que favorecen normas de trabajo que “aseguren que todos los trabajadores ganen ausencias por enfermedad pagas para cuidar de sí mismos o de miembros de la familia.”
Probablemente, la mayoría de los encuestados son buenas personas que pueden imaginar la necesidad de cuidar a un familiar cercano. Para hacer otra amplia suposición, yo diría que la mayoría de los que se oponen a esas normas rechazan la idea de mandatos gubernamentales y probablemente ya disfrutan de la estabilidad laboral de los empleados de oficina, en la que los beneficios como las ausencias por enfermedad pagas están sobreentendidos. También probablemente sean el tipo de personas que gozan de ausencias por enfermedad pagas pero que pocas veces las usan. Trabajar cuando uno está enfermo, aún cuando se puede tomar ese tiempo libre es una actitud. Muchos trabajadores se enorgullecen de ir al trabajo enfermos, y hay un número considerable de sus colegas que desearía que dejaran de hacerlo.
En el New York Times, Daniel Engber escribe sobre las ventajas y desventajas del “presentismo”.
Señala que aunque estos “jugadores de equipo”, que vienen a la oficina enfermos, estornudando y moqueando por todos lados (lo que hace que sus colegas, asqueados, se abalancen a usar el desinfectante de manos) quizás no aumenten el peligro de que los demás empleados contraigan un desagradable virus, sin embargo, tienen un efecto negativo.
“Como todos estamos en competencia –si yo voy más despacio, tú te adelantas– nadie tiene el incentivo de buscar el desempate,” dice Engber. “Cuando vemos a un colega con un resfrío, ése conflicto se hace más explícito.
Actuamos como si estuviéramos preocupados por su salud, o por el descontrol de su equilibrio trabajo-vida, pero en verdad, estamos igualmente impulsados por la locura de trabajar demasiado.
Preferimos que se tome los días de enfermedad ahora, sólo para que nosotros no tengamos que hacerlo en el futuro.”
Qué noble, probar nuestro temple superando a los colegas de la oficina, y al diablo el factor asco. Pero dejando de lado ese desinterés, ¿realmente quieren que los que lavan platos, preparan comida, cocinan o sirven en un restaurante estornuden por toda la cocina cuando se está preparando la comida de uno? ¿O que sirvan sus bebidas con manos llenas de mocos? Tal como dice mi esposo, que trabajó muchos años en la gerencia de restaurantes: “El motivo por el que todos los baños de los restaurantes tienen un cartel exigiendo que los empleados se laven las manos antes de trabajar es porque el departamento de salud sabe que los trabajadores a menudo no lo hacen.”
Dejando los restaurantes de lado, hay un número de trabajos –la mayor parte de ellos de baja remuneración, tiempo parcial, y prestación de servicios en los que no es conveniente que el trabajador esté enfermo o distraído mentalmente, preocupado por un ser querido enfermo, porque no puede darse el lujo de no ir a trabajar y perder la paga o posiblemente, el empleo.
Los que tenemos flexibilidad para tomar un día de enfermedad debemos hablar por los que son penalizados por los obstáculos inevitables de la vida. En última instancia, nos conviene.
El interés propio es, de hecho, la razón principal por la que muchos conservadores se oponen, a las ausencias pagas por enfermedad. Gritan sobre la reducción salarial para los trabajadores que resultaría de una obligación tal porque, según ese razonamiento, cuando el gobierno requiere que las empresas ofrezcan ese beneficio,