CHAVEZ, YA NO TAN INVENCIBLE

Jorge Ramos

Columnista

Primero lo básico: mi deseo es que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se recupere lo antes posible del cáncer que sufre. De verdad. Soy de los que creen que hay que ganarle a Chávez, pero en las urnas, no en el hospital.

Chávez, de 57 años, no ha hablado en detalle de su enfermedad, pero lo que sabemos es que en junio le fue extirpado quirúrgicamente un tumor canceroso en Cuba, donde permaneció en recuperación durante casi un mes. Y mientras el líder venezolano dirigía discretamente su gobierno desde la isla, el gobierno de Venezuela se enfrentó a un dilema: no hay un sucesor designado para Chávez, quien controla todo el poder en esa nación.

Pero, ¿por qué lo iba a haber? Después de todo, durante muchos años, Chávez dio la impresión de que se consideraba invencible.

Entrevisté a Chávez en 1998, después de unas elecciones presidenciales en las que se había presentado como el salvador de Venezuela – un mesías capaz de realizar milagros nacionales, que podía rescatar a los venezolanos pobres de la miseria. En la entrevista, que se efectuó antes de que tomara posesión del cargo, hizo una humilde promesa de entregar la presidencia después de un periodo. Por supuesto, lo que hizo fue reformar la constitución para mantenerse en el poder. En estos días habla de permanecer en el mando hasta 2021.

En sus 12 años en la presidencia ha eliminado las fronteras que antes separaban la ramas ejecutiva, legislativa y judicial del gobierno de Venezuela. Ahora controla el ejército, el aparato electoral nacional y los principales medios noticiosos. Ha logrado consolidar toda la autoridad en él.

Vio su imagen repetida millones de veces en posters y en la televisión, y se creyó indispensable (aunque todo fue pagado o gestado por su propio gobierno). Chávez se tragó su propio cuento de que él era invencible.

En sus discursos, Chávez empezó a referirse a él mismo en tercera persona y la palabra “yo” se repitió innumerables veces en sus kilométricas cadenas a nivel nacional. El se creyó toda Venezuela.

Chávez, como todos los que se creen iluminados, se comparó en ocasiones con Jesucristo y se pensó casi eterno. Y así planeó su gobierno. Reemplazó todo el sistema institucional de Venezuela con su imagen de caudillo.

El problema es que el cáncer no estaba en sus planes.

Me conmueve ver a Chávez rezando y tomando la comunión. Lo siento sincero y vulnerable. Está asustado, como cualquiera de nosotros lo estaría al enfrentarnos prontamente a la muerte. Por eso una democracia no puede depender de un solo hombre. Ese fue su error.

Y ahora el gobierno chavista se desmorona y pierde dirección con un Chávez convaleciente que va y viene a la Habana. No hay chavismo sin Chávez.

Cuando él se va, no está claro quién gobierna en Caracas. ¿Es el vicepresidente, su hermano Adán o un consejo de ministros? La verdad es que un gobierno basado en los humores y estornudos de un solo hombre no es transferible.

Así que Venezuela espera la muerte o el retorno permanente de su caudillo. Pero espera. Eso pasa en los países donde no hay democracia.

Esto no pasa en otros países verdaderamente democráticos. Cuando se enferma el presidente, todos saben quién lo reemplaza.

Comencé mi carrera periodística a nivel internacional en marzo de 1981, cuando viaje a Washington para cubrir las repercusiones de intento de asesinato de John Hinckley Jr. contra el presidente Ronald Reagan. Todos en Estados Unidos tenían muy claro que si Reagan moría, el vicepresidente George H.W. Bush tomaría su lugar como comandante en jefe. En ese caso no había la menor duda sobre el proceso de sucesión presidencial. Pero en Venezuela nadie lo sabe. Las verdaderas democracias deben tener un protocolo para crisis como la muerte de un presidente, dado que el destino de una nación no puede depender de la suerte de una persona.

La tragedia que vive actualmente Venezuela fue creada por el mismo Chávez. Acumuló tanto poder que, cuando no está, deja al país con un terrible vacío de autoridad.

Chávez es el paciente impaciente. Sabe perfectamente que si no se recupera, y pronto, su proyecto de país se perderá en una lucha interna por el poder.

Los líderes autoritarios como Chávez pueden imponer muchas cosas, pero no extender la vida un solo segundo más. Sin embargo, espero ver a un Chávez muy recuperado para las elecciones presidenciales del próximo año. El chavismo puede y debe ser vencido en las urnas, con argumentos y con votos, no por enfermedad.