Por Paco Díaz
Cuando muchos de nosotros tomamos la decisión de emigrar a otro país, lo hacemos por diversas razones, quizá porque tenemos una necesidad económica, política, por miedo, por una oportunidad profesional, por tener una experiencia de vida, etc., y lo hemos tomado como una opción entre varias o quizá pocas, pero al final lo hacemos en parte porque nos sentimos fuertes, seguros de nosotros mismos y lo hacemos con un espíritu de cambio, dispuestos a reiniciar y construir una vida en un lugar diferente.
Parte de construir una vida nueva, incluye aprender muchas cosas, como por ejemplo, tener que aprender un idioma, nuevas habilidades, adaptarnos a una nueva cultura, encontrar nuevos amigos, etc. pero por lo regular somos jóvenes y sabemos que podremos construir ese nuevo futuro.
Cuando llegamos con la familia, nuestros hijos tendrán su propia experiencia de adaptación y aprendizaje, quizá sea complicado, pero ellos también tienen la ventaja de la edad y con la posibilidad de también construir un futuro propio.
Con el tiempo, nos damos cuenta que nuestros padres se están quedando solos en nuestro país de origen, que ellos necesitan alguien que lo cuide, y nosotros no podemos regresar a nuestro país tan fácilmente para poder cuidarlos, y es que ya hemos construido una nueva vida y eso es complicado dejarlo.
Entonces tomamos la decisión de invitarlos a vivir a este nuevo país, sin considerar que ellos ya no son tan jóvenes, donde todo será nuevo para ellos, donde hay diferentes costumbres y donde no tienen amigos. Pero aun y con todas las cosas que hay en contra, aun así, se dejan guiar por lo hijos, sobrinos o nietos y cambian de residencia a un nuevo país.
En algunos casos, a estos adultos mayores, que son migrantes involuntarios, en lugar de que se les cuide y se les den atenciones, se les dan responsabilidades, por ejemplo, los dejamos cuidando a los nietos, o quizá tienen que hacer los quehaceres de la casa, algo que le da un beneficio a la familia que los ha invitado, pero no a ellos. Además comienza a sentir añoranza por la tierra, por los amigos que dejaron, se deprimen y se comienzan a enfermar. Se sienten fuera de lugar, no socializan mucho, lo hacen solo con la familia, cuando está disponible, porque todos trabajan mucho o estudian, o simplemente porque siguen con su vida y compromisos.
Si no vemos otra mejor opción para ellos que invitarles a vivir con nosotros, por lo menos tenemos que hacer el compromiso de cuidarlos, protegerlos, procurar que tengan una vida feliz, porque a pesar de que están con su familia, ellos se sienten solos, con la necesidad de seguir su vida independiente, tener control de su vida. Entonces nosotros les tenemos que cuidar para que estén sanos y contentos, esa es una responsabilidad moral que no debemos olvidar nunca.
Existen varios programas sociales para que ellos puedan conocer nuevos amigos, socializar, tener actividades de acuerdo con su edad, además donde se les pueda orientar de como navegar en el sistema de beneficios para adultos mayores, cuando califican para ello, y no dependan tanto de la familia que no les brinda mucho tiempo.
Un ejemplo está en un programa que tienen las clínicas para la Comunidad Sea Mar, Programa para Adultos Mayores. Ahí, las personas tendrán gratuitamente la posibilidad de recibir información y asistencia en diferentes formas, además podrán tener accesos a lugares y espacio comunitarios de esparcimiento y socialización. Si necesita saber más de estos programas, puede llamar al 206-764-4700 de lunes a viernes de 8am a 5pm o visitarlos en 8915 14th Ave S, Seattle WA 98108
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Recuerde que los latinos que cuidamos de nuestros adultos mayores, ¡Somos más Fuertes!