Mario Abner Colina
Agencia Reforma
Marc Anthony podría ser el epítome de latin lover.
Todo sabor, actitud y baile, parece que no hay quien se le resista. Sabe cómo seducir a las mujeres.
No por nada este intérprete con look de intelectual, de profesor de universidad, estuvo casado con las modelos Dayanara Torres y Shannon de Lima, y la mismísima J.Lo.
Apenas pone un pie en el Palacio de los Deportes y la audiencia (15 mil personas), mayoritariamente femenina, se vuelve loca. “Valió la Pena” , canta él. Hay quienes se cubren los oídos en la pista por lo fuerte que aclaman al neoyorquino de ascendencia boricua.
Sigue “Y Hubo Alguien”, apenas la segunda de la noche en el inicio de sus fechas capitalinas de su Legacy Tour, y a juzgar por el ambiente, de clímax, parece que el concierto estuviera a punto de acabar.
Anthony, quien cumplió 50 años hace un mes, interpreta la mitad del tema y la otra estira el micrófono a sus fans. Se quita los lentes oscuros con los que apareció, se menea y hasta dirige a la orquesta de músicos que lo acompañan. Los timbales, trompetas, trombones, suenan como quiere.
“Voy a ser muy honesto, la altura no me afecta en nada”, dice más tarde, con esa media sonrisa de los mentirosos. Agitado, boqueando, sabe que se ha sobrepasado de energía y comienza a medirse con “Flor Pálida”, del cubano Polo Montañez. No le cuesta ningún trabajo.
Se lo toma con calma y agarra aire pidiendo permiso y tocando la batería.
Tiene en la palma al público sin haber lanzado un disco de estudio desde 2013. Y sin que las canciones suenen del todo bien, ya sea por sus ingenieros de sonido o por la criticada acústica del Domo de Cobre.
Las mujeres comienzan a contonearse: solas, entre amigas, buscando los brazos de sus novios, esposos. Pero falta espacio y las parejas chocan.
Los menos rítmicos apuntan el celular al escenario con una mano y sostienen una cerveza con la otra.