Rolando Chacón
Agencia Reforma
HERMOSILLO, Sonora .- Madurada por el campeonato de la Liga Mexicana del Pacífico (LMP) y el reinado en la Serie del Caribe esta naranja fue la más dulce.
Los aficionados pudieron disfrutar del sabor de ver a su equipo de casa coronarse en la justa del Pacífico y vestirse de gloria en suelo venezolano.
Pero quizá lo más dulce es que ahora estaban ahí para verlos, gritarles, tocarlos, pedirles una foto, un abrazo, una mirada, una palabra.
Una noche después de conseguirlo ante Puerto Rico, allá en Isla Margarita, Venezuela, el trofeo llegó junto a un grupo de peloteros cansados, pero felices, quienes lo alzaron triunfantes en el suelo del Estadio Sonora.
“Campeones, campeones”, era el grito más repetido.
En una ceremonia de menos de 20 minutos, los Naranjeros enfundados en el uniforme rojo de México, se pararon frente a unos 10 mil aficionados listos para desatar la fiesta.
El coro del estadio ovacionó a cada uno de los jugadores conforme eran nombrados. Los más populares fueron el mánager Matías Carrillo, el “MVP” Chris Roberson y el cubano Yunesky Sánchez.
Luego vinieron los agradecimientos; primero Omar Canizales, el presidente de la LMP, luego Enrique Mazón, dueño del equipo local.
Desde horas atrás, el sitio más concurrido no era el estadio, sino el Aeropuerto, donde cientos de aficionados llegaron a recibir a sus héroes.
En resumen, se trataba de un agradecimiento a los jugadores y al público, pero a su vez, el público les agradecía este dulce festejo.
El vuelo retrasado desde la Ciudad de México solo sirvió para incrementar la expectativa de decenas de personas que se apretujaban en la sala de llegadas del Aeropuerto Ignacio Pesqueira, donde los pasajeros normales debían pasar por una estrecha valla humana de camisetas, gorras y banderines de Naranjeros.
Y el júbilo estalló cerca de las 19:15 horas, cuando el mánager Matías Carrillo apareció y pasó entre su gente, en un “desfile” que tardaría más de 40 minutos y donde los más ovacionados fueron Chris Robertson y el cubano Yunesky Sánchez.
Cuando el autobús estuvo lleno, comenzó a avanzar hacia el sur, ahí cerca a unos 3 kilómetros, seguido por cientos de vehículos que lo acompañaban con música de claxon, una procesión donde decenas de personas bordeaban las calles para lanzar vivas a quienes les dieron este dulce campeonato.