Efrain Palomino Morales
Corresponsal de La Raza del Noroeste
En nuestro rancho cáscarero, cada año por estas fechas es tiempo de regatear y ponerse trucha con las ofertas. ?¡Pásele por acá, güerito, que aquí le tenemos la más fina pierna para su menú cáscarero o si su bolsillo anda corto también le ofrecemos patitas de pollo mínimo para botanear!?. Cancún es un edén en el que año con año se celebra el mercado (más bien tianguis, por la variedad de verduleras de cuello blanco que a él asisten) de jugadores llamado Draft. Este sistema de transferencias es todo un ?show bisness?, y es que las negociaciones son una auténtica novela del canal de las estrellas que pone a sufrir sobre todo a los jugadores inscritos, ya que su futuro siempre es incierto. Es de todos sabido que el Draft del fútbol mexicano carece de ética y de ?formas? para cerrar las transferencias. Mientras que los jugadores no muy reconocidos son puestos en barata en aparadores, los ?peces? gordos son vendidos incluso días antes por debajo del agua (echándose unas espumosas en un lujoso bar, sólo por mencionar los ?modos? como hacen estos tratos). Siempre es lo mismo: José de Jesús Corona, por citar un ejemplo, fue vendido al Cruz Azul un día antes de que el Draft diera inicio. ¿Alguna vez se quedaron dormidos en el metro y al despertar pelaron los ojos como tecolote al no saber en dónde estaban y a dónde iban? Pues hagan de cuenta que esa misma cara de gallina antes de entrar a la casuela es la que ponen muchos de los jugadores que se dan cita a Cancún esperando saber qué equipo les dará cabida. La fonda cáscarera cocina ya muchos de los fichajes que se convertirán en la comida nuestra de cada día. Para muchos, esta es la época que más ganancias les deja y en la que se regodean abriendo la cartera para comprar las mejores piernas de nuestro fútbol, sin embargo, para otros apenas y representa la oportunidad de mostrar sus patitas flacas y ver quién da algo por ellas.