Por Efrain Palominos Morales
Corresponsal de La Raza del Noroeste
El destino así lo quiso. Todo un pueblo estaba atado a la desgracia total. El horizonte era sombrío y la fe era inexistente. Los guerreros perdieron toda fuerza y sus batallas eran la crónica de una derrota anunciada. Nadie, ni siquiera los más allegados a los colores azul crema, creyeron que esta maldición terminaría algún día.
No obstante, y como dirían en mi pueblo, “los que bailaron en la anterior en ésta se sientan”. ¿Qué de qué hablo? ¡Pues fácil! Ahora que el Pelado peló gallo pues los seguidores de las Águilas del América han encontrado al Mesías que viene con la intención de sacarlos de la penumbra y ponerlos en el sitio que históricamente les corresponde: la cima de la cáscara nuestra.
Jesús Ramírez es la joya más preciada que tenemos cuando de dirección técnica hablamos (claro, ocupa este lugar después de que al Vasco le dieron cuello). Chucho dejó de ser el encargado de las selecciones juveniles en nuestro rancho para ocupar el trono águila e intentar, a como dé lugar, sacar a esos bue… camaradas del barranco.
La directiva no soportó más las promesas de Ramón Díaz y decidió darle la oportunidad al buen Chucho, quien, como todos lo saben y si no pues que burros, fue el técnico que hizo campeones a nuestros chamacos sub 17 hace unos años y puso el nombre de México en los diarios cascareros de todo el mundo.
El nuevo técnico del nido ya jugó dos partidos con su equipo y, viendo las circunstancias tan adversas, al menos los capitalinos han mostrado personalidad y, aunque aún no son el equipo que toda su raza espera, al menos existe la esperanza de que los jugadores saquen la casta y defiendan esta playera mítica.
El reto es muy grande para Chucho, pero de que tiene talento para salvar el barco capitalino lo tiene y de sobra. Hay que tener paciencia, sobre todo la afición americanista, y es que la salvación de un “grande” requiere de celestiales soluciones y Jesús, al menos en el nombre, trae la sombra del Mesías.