¿Alguna vez se han preguntado si existe lucha más fiera que un par de comadres agarradas del chongo por chismes de lavadero? ¿O después de ver las maltratadas que Martita le da a Chente Fox cada quincena pensaron que ya lo habían visto todo? Pues entonces creo que están muy chavos mis paisanos, porque para “tiros” cerrados no hay como el clásico de chilangolandia: el América – Pumas. Este es mucho más que un simple partido de fútbol. Esta es la eterna batalla entre dos pueblos muy arraigados de la cáscara nuestra. El clásico entre águilas y fieras es, por mucho, el juego con más sentimientos encontrados de la liga mexicana, y es que son dos equipos que se odian desde las fuerzas básicas y que sólo con ver los colores de su odiado rival se enchilan peor que gringo chutándose unos chilaquiles verdes. El duelo no pudo llegarle en mejor momento a los de Coapa, ya que traen su pecho amarillo más hinchado que gorrión silvestre después de darle su respectiva bendición a la máquina (los celestes ya les dicen a los americanistas “¿y mi domingo, apá?”). El América ha venido sacando fuerzas de flaqueza y de la mano de Chucho Ramírez están a tiro de piedra del primer lugar del grupo de la “muerte” (que de muerte sólo tiene el olorcito), el cual le pertenece precisamente a los universitarios. Los Pumas vienen enrachaditos con tres victorias al hilo (tenían más de un año de no lograr una racha así). Después de cuatro derrotas y un empate, el Tuca se agarró los… bigotes y motivó a su equipo para sacar la garra y recuperar el terreno perdido. El argentino Martín Bravo se echó el equipo al hombro y ha logrado inyectar talento y dinámica al ataque felino. De cazar al águila, los universitarios se afianzarán como líderes absolutos del grupo y se encaminarán sin problemas rumbo a la liguilla. El domingo será día de clásico capitalino. Los dos equipos están ansiosos de que se abran las puertas y darse hasta con la bolsa del mandado. En los bancos habrá dos técnicos con hambre de triunfo, dispuestos a llevar a su escuadra a la victoria en una batalla donde está prohibido perder. Ambas aficiones son de las más numerosas y fieles en nuestro rancho, por lo que la fiesta en el graderío está asegurada. ¿Y ustedes, mis paisanos, ya pusieron a enfriar las espumosas y compraron la botanita?