A mí me dolió ese Boca

No sería raro que así, como se ven en esta foto, recordemos en Seattle al equipo que pisó la cancha de Qwest Field esta semana.

Las camisetas eran las mismas que hemos visto por tantos años llenarse de gloria, el azul y el oro, los colores del barco sueco que cuenta la leyenda; los once que hemos amado o hemos odiado según nos representen en el mundo o se enfrenten contra un equipo de nuestro corazón, pero que siempre han generado pasión, nunca indiferencia.

Más allá del azul profundo y de la franja amarilla, no había nada o había muy poco.

Eso no fué Boca, señores; fué un conjunto de rostros desdibujados que será imposible casi recordar, de nombres que no van a grabarse, que no queremos recordar porque se duda, y mucho, que entre esos “pibes”, esté el próximo Maradona.

Cuando te dicen que a tu estadio viene uno de los más grandes de la historia, aún sea en amistoso, tu sientes algo especial, quieres ir a verlos; aún si es un juego de práctica, tu atención se enfoca entonces en la promesa, en la sutileza de quizás detectar un talento que en diez años te permita decir con orgullo, “Y a ese chico yo lo ví en Seattle, cuando empezaba”.

No hubo nada de eso, el equipo no tuvo ideas, no tuvo conductor, ni casi que ganas; al principio se cruzaron unos pases que crearon incomodidad en la zaga fluorescente de Seattle, en el papel un equipo inferior; pero de esos centros la mayoría terminó en el cuerpo de un espigado pero limitado Lucas Viatri, un “ropero” como dicen, que en apenas una ocasión le pegó como era, pero encontró a Keller bien ubicado.

Si nos queremos llevar un recuerdo grato del Xeneize, en lo futbolístico, quizás tengamos que mirar a Gastón Rossi, que jugó de carrilero por izquierda, con el #16, se proyectaba con control y un poco de velocidad, prometía algo de peligro hasta que entregaba el balón, y entonces su compañero no controlaba y era cerrado mientras se acomodaba.

El triste Boca de este Miércoles parace ser el reflejo de una Argentina que se está quedando sin fútbol, donde los “Pibes” se volvieron únicamente producto de exportación, y se los llevan como las naranjas y los mangos, entre más verdes mejor, para que duren más y produzcan en los mercados donde más paguen.

El Boca que yo tengo en mi corazón era guerrero y peligroso, era el de Lorenzo, el del “Loco” Gatti, el de Maradona en el 82, y más recientemente el del “Patrón” Bermudez, el de Chicho, o el de Palermo, Riquelme y el Pato no hace tanto, aunque desde aquí, parece hace cien años.

Ojala si un día vuelve por acá, la crisis haya pasado, ojalá se haya ido quien se tenga que ir entre los del dinero, ojala haya regresado “El Virrey”, ojalá venga un pibe de 19 que electrice con su gambeta.

Porque lo que vimos nos dejó apenas un sabor mas amargo, que un vino barato, y mal guardado

🙁

Jorge Rivera

www.NuestroNoroeste.com/Hablemosfutbol

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