Por Efrain Palomino Morales
Corresponsal de La Raza del Noroeste
La diferencia en puntos es sólo de uno. La diferencia en número de aficionados quizá sea la misma. Pero para un clásico, las diferencias son lo de menos. La batalla entre dos “grandes” siempre se definirá por el coraje y ¡raza! que se ponga en cada jugada. Sin embargo, para el partido entre Chivas y América de este fin de semana se juega mucho más que el orgullo; se disputa una Liguilla adelantada. Ambos comparten el mal llamado “grupo de la muerte”, y es que a pesar de que en este sector se encuentran los equipos más tradicionales de la cáscara mexicana, los pronósticos no se han cumplido: a principios del Clausura se aseguraba que tanto rojiblancos como cremas pelearían… pero por el liderato y no por las migajas que sobran. El rebaño trae todavía el “remojón” de su nuevo técnico y, aunque no han desplegado un fútbol espectacular, los resultados vienen llegando poco a poco. Omar Arellano es un estratega joven, con sueños que cumplir, el problema es que el “pastor” Vergara se distingue por bajar de su nube a todos sus técnicos. No obstante, Jorgito está hecho para el argüende y harto que le gusta meterle sabor al clásico: apenas el lunes pasado sacó un desplegado donde ponía la imagen de una águila con cresta de gallina, rematando magistralmente la publicidad diciendo “Cuando nos ven, se les pone el cuero de gallina”. Por su parte, en el nido capitalino la ansiedad está a todo lo que da, y es que a pesar de que los emplumados se encuentran en el segundo lugar del grupo, una derrota ante su eterno rival tapatío los dejaría prácticamente fuera de la Liguilla. He ahí la importancia de esta batalla, ahora comprendemos porqué al buen Chucho se le olvidó lo humilde y entrena a sus “cremas” a puerta cerrada. Todo clásico cascarero es para vivirlo, incluso antes de jugarse. Las apuestas con el compadre y las bromas contra los cuates que le van al equipo contrario son el pan de cada día cuando se avecina este partido. De lo que estoy seguro, mi raza, es que este clásico se presta más que nunca para preparar la botana y poner a enfriar las espumosas.