Shelby GT500 vs Camaro ZL1

Alberto Bortoni

Agencia Reforma

Este es el último año del Shelby GT500 de la generación actual y lo justo es hacer un comparativo con su contrincante más cercano, el Camaro ZL1.

En realidad se trata de dos animales diferentes, dos opciones que, aunque sea difícil de creer ofrecen características de manejo diferentes, características no obvias si se manejan aisladamente pero que serán notorias cuando se comparan uno contra otro.

El GT500 es la máxima versión del Mustang. Un auto que algunos compran para conservar como pieza de colección pero que está en mejor lugar en las calles. Todo en el GT500 es crudo; el accionar del clutch, el movimiento de la palanca de la transmisión, la respuesta de su motor, todo se transmite de forma íntegra al conductor y se traduce en esfuerzos musculares para accionar los controles o mantener la posición en el asiento.

Pero aunque esto podría ser considerado una falta de refinamiento, y lo es, la realidad es que para quienes gustamos de la parte mecánica de los autos esta conexión directa es bien recibida.

A toda acción corresponde una reacción y en el GT500 es inmediata. No se llega a pisar el acelerador a fondo cuando ya los neumáticos están patinando.

Chevrolet ha tomado una decisión más balanceada y desde el punto de vista deportivo más inteligente (o tan inteligente como se puede ser con un pony car) con el ZL1. La fórmula es similar en la motorización, con un V8 supercargado, pero en potencia se queda por debajo del Shelby, con “sólo” 580 caballos de fuerza.

En línea recta sin duda se quedará atrás del Shelby y también se quedará atrás en velocidad punta. Pero a su favor el ZL1 tiene su comportamiento en curvas. Es ahí en donde la calibración de su suspensión sale a relucir y el sistema de suspensión con control de fluidos magnéticos se luce verdaderamente. Con la suspensión Magentic Ride Control el Camaro puede lidiar con curvas como hasta hace poco ningún otro pony car lo había hecho; incluso dejando atrás al Boss 302, que más que el Shelby era el apropiado para pistas de la familia Ford.

Ambas marcas históricamente tenían en común una mala frenada y para estas versiones han decidido dejar esta responsabilidad a un especialista. Es Brembo el que se encarga de darle la potencia de fernado tanto al Camaro como al Shelby y en ambas aplicaciones se tiene una frenada contundente.

Estrictamente hablando, el GT500 sigue siendo el pony car de referencia. Su aceleración en línea recta deja atrás al ZL1 y a muchos deportivos y superdeportivos; a fin de cuentas son 662 caballos de fuerza y se notan en todo momento.

Pero en términos de deportivo, Chevrolet ha logrado un mejor balance, un auto más fácil de manejar rápido, con un buen comportamiento en pista y modales que el Shelby definitivamente no tiene. Este no es un auto contestón, sino un atleta que hace caso a su coach en todo momento.

Aunque el decir que uno es mejor que el otro defendiendo al Camaro o el Mustang es un derecho de sus dueños y una obligación de los entusiastas; en realidad dependerá de las circunstancias de la prueba y de los gustos de los dueños.

Lo cierto es que si se encuentran en línea recta o arrancando el Shelby seguramente podrá hacer de las suyas; si se encuentran en un camino de curvas marcadas, el ZL1 mantendrá un mejor paso.

Pero todo está por cambiar en la guerra de los pony cars y es que el Camaro tiene un nuevo modelo, el Z/28; un modelo con motor ligeramente menos potente pero con una calibración de pista. Y por otro lado, este es el último año del Shelby en la generación actual; para el 2015, una nueva generación de Mustang servirá de plataforma para las versiones deportivas del Ford. La guerra de los dos modelos afortunadamente continúa.