Por Esther Cepeda
The Washington Post
La nutrición es una ciencia relativamente joven y no es fácil proporcionar buenos consejos de nutrición a toda una población. Ni qué decirlo.Un importante consejo es limitar las calorías agregadas de los azúcares y de las grasas saturadas, y reducir el sodio.Limitar requiere saber cuál es la línea de partida para esas substancias. Pero aunque hemos tenido etiquetas con información de nutrición durante 25 años, la gente aún no sabe cómo leerlas.
Nuevas etiquetas acentuarán el número de porciones por envase y las calorías por porción, —utilizando, por ejemplo, medidas familiares como “taza” en lugar de “onzas” que es menos intuitivo.Y lo más importante, las nuevas etiquetas requerirán que algunos productos alimenticios que previamente habían sido etiquetados como más de una porción—como, por ejemplo, una bolsa de papas fritas de dos onzas—sean etiquetados como una sola porción, porque la gente las come normalmente de una vez.
Y la cuestión de las etiquetas es sólo un diminuto aspecto de una cultura de exceso de alimentación que está casi exclusivamente definida, promovida y vendida como el evangelio por empresas alimenticias que presentan sus productos como “buenos para usted”, cuando simplemente no lo son—a menos que se limiten a indulgencias poco frecuentes. Esos esfuerzos de marketing, en los que se han invertido miles de millones de dólares, han influido a tanta gente que después de años de inundar a sus bebés y niños en jugos de frutas y licuados comercializados como bebidas “saludables”, los científicos se vieron forzados a presentar investigaciones que describen el impacto nutritivo real.
En caso de que no lo supieran: Los licuados y las cajas de jugos son bombas de azúcar, que contribuyen a una epidemia de la obesidad que se ha más que duplicado en niños y cuadruplicado en adolescentes en los últimos 30 años.
Pero la mayoría de los pecados de alimentación se cometen a propósito. Durante una compra de alimentos, la semana pasada, un adolescente salía de la tienda con lo que él llamó su “almuerzo”—una lata de 16 onzas de una popular bebida de energía y una bolsa de 18 onzas de galletitas de chocolate.¿Cuál es la posibilidad de que ese muchacho, a su vez, pueda pasar a sus propios hijos los principios de una nutrición básica? Muy improbable en un país donde las cafeterías de las escuelas ofrecen pizza y papas fritas con gaseosas tamaño gigante, galletitas y bolsas de papas fritas en la caja registradora. La presión para una restricción calórica, el control de las porciones y la reducción de la comercialización de la comida basura está aún relativamente en pañales.
Y tendrá que crecer rápidamente una vez que la gente se dé cuenta de que el aumento de la actividad física es una manera maravillosa de mejorar el bienestar físico—pero está lejos de ser la forma más eficaz de mantener un peso saludable o de proveer de la mejor nutrición a un cuerpo libre de enfermedades.
La comida es la única llave mágica para ese bienestar. Y si no encontramos la forma de que poblaciones enteras comprendan ese hecho, el mundo continuará teniendo más individuos que sufren de enfermedades causadas por la obesidad que de hambre.