Alberto Bortoni
Agencia Reforma
MÉXICO, DF .- Hemos podido probar al nuevo Chevrolet Camaro en la versión SS automática y sin duda nos ha traído unas cuántas emociones en las calles. Las expectativas sobre el nuevo Camaro no podrían ser menos; cuando se retiró dejó cabizbajos a muchos seguidores y cuando resurgió el Mustang en el 2005 como un modelo retro de inmediato se especuló sobre los planes de GM de revivir al Camaro. El modelo tardó en llegar pero finalmente está aquí y tal y como lo hacía en la generación pasada tiene lo necesario para dejar atrás al potro de Ford en cualquier cuarto de milla. Estéticamente ha logrado lo que el Mustang logró en el 2005; ha impactado a todos con su diseño, es un retro modernizado y más agresivo que cualquier otro, incluso que los modelos de Chrysler. El interior es también completamente retro, quizá un poco de más, pues si bien en el conceptual se apreciaban los detalles del “Heritage”, en el uso diario no resultan tan cómoda la forma de los indicadores y la posición de los instrumentos auxiliares en la consola central. También resulta un interior con bastante plástico, quizá un tanto más que el de un Chevrolet común; incluso los biseles que esperábamos metálicos han resultado de plástico pintado. Pero lo más interesante del Camaro no es sus acabados en el interior, sino lo que trae bajo el cofre y ahí no desilusiona a nadie; El desempeño del motor es intachable, se maneja con felicidad en todo el rango de revoluciones y en ningún momento pierde compostura o deja de entregar potencia; es un motor capaz de competir lado a lado con los mejores V8 europeos. La transmisión automática cuenta con modalidad manual y puede controlarse por botones tras el volante (GM los disfrazó de palas como debieron haber sido); es la mejor forma de manejar, pues los cambios son controlados y la potencia se puede dosificar fácilmente. En las modalidades automáticas es necesario tener mucho más cuidado con el acelerador y es que la transmisión se mantiene reacia a bajar de relación a menos que se dé un buen pisotón al acelerador, y cuando entra el sobrepaso la potencia pasa a las ruedas traseras tan violentamente que saca de balance al eje trasero aun en línea recta. Y ese es uno de los problemas del Camaro, poner la potencia no es cosa fácil, al menos no en pavimento maltratado o con desniveles marcados. Pero cuando se logra poner a los 400 caballos en el piso la sensación es de omnipotencia, pareciera que no hay nada que pudiera seguirlo o pararlo. La sensación cambia en cuanto se presionan los frenos y es que este es quizá el sistema más fuerte del paquete, fueron diseñados y fabricados por Brembo y parecieran domadores de caballos, pues la iniciativa del motor se ve frustrada instantáneamente al aplicarlos. En carretera el auto es fácil de llevar; no transmite una gran confianza, ningún auto de su estilo lo hace, pero tiene compostura. Al menos mientras no se le provoque y se mantenga un tacto fino con el acelerador, que tiene un poder absoluto para convertir a cualquier curva en zona de drifting. Como todo auto el Camaro tiene sus puntos malos y algunos de consideración. El diseño exterior es uno de los más críticos y es que aunque verlo desde fuera resulta un verdadero placer ver desde adentro resulta difícil o imposible para la periferia inmediata del auto. Al frente se ve sólo el cofre y el suelo a bastantes metros de distancia, lo que hay inmediatamente adelante del auto resultará un misterio; lo mismo hacia atrás, en donde la marcada línea de cintura deja mucho que desear en cuanto a visibilidad y ni qué decir de los espejos retrovisores, que no conforme con tener lunas diminutas la mitad de ellas la ocupa el trasero del Camaro. El diseño tampoco es muy efectivo aerodinámicamente y es que hoy la referencia son modelos con coeficientes por debajo de los 0.30 y hasta 0.24 en el Mercedes Benz Clase E coupé; en el Camaro el coeficiente es de 0.35, apropiado para los ochentas o noventas.