Ramón Clériga
Agencia Reforma
Cuando una relación empieza a deteriorarse y se tiene la sensación de que no se aguanta más y no se ve salida, es el momento de plantearse la posibilidad de que algún profesional pueda ayudar a ayudarse. La posibilidad de la separación está siempre presente, pero hay que tener en cuenta que es muy dolorosa y más cuando hay hijos pequeños.
La terapia de pareja es cosa de dos, usualmente es uno el que solicita ayuda y el otro, al menos, tendría que estar dispuesto a colaborar. Si no sucede así, el que ve el problema tiene la posibilidad de acudir con el profesional, que podrá ayudar aunque, con menor capacidad de maniobra. El principal obstáculo en el éxito de la terapia de pareja es que se acude al terapeuta cuando ya no hay solución, entonces hay que asumir, y la terapia también ayuda, que el divorcio conlleva muchas y dolorosas pérdidas.
¿Cuáles son los problemas más frecuentes?
La falla en la comunicación es el más usual. Engancharse en discusiones inútiles, destructivas en las que se hace sufrir y se sufre intensamente sin llegar a ninguna solución.
También ocurre lo contrario: no se hablan, pero se comunican hostilidad o indiferencia y la relación agoniza. Otro problema es la falta de aceptación de las singularidades del otro. La sociedad nos enseña a luchar por nuestras pretensiones y, a veces, eso se lleva a un extremo en la pareja, en tanto que un poco de aceptación del otro nos podría conducir a un mayor bienestar.
¿Y si un miembro de la pareja no colabora?
A la hora de acudir a la terapia, lo hacen más fácilmente las mujeres. Sin embargo, una vez iniciada la terapia, cuando se rompen las primeras barreras, el hombre se muestra tan interesado como la mujer.
¿Cuántas sesiones suelen ser necesarias?
La duración de cualquier terapia depende del problema que se presente; la terapia la hacen los pacientes y no el terapeuta, por lo que depende de cada uno de ellos, del cariño que todavía quede entre ellos, etcétera. A veces basta con cinco o diez de sesiones para clarificar cosas fundamentales; en otros casos es necesaria una terapia más profunda y en ocasiones alguno de los miembros de la pareja necesita terapia personal.
¿Se trata sólo de hablar de los problemas?
No, también de las cosas valiosas, los cambios de actitud y comportamiento, por lo tanto no se trata sólo de hablar, hay que comprender, poner en práctica lo necesario para poder convivir y disfrutar uno del otro. Se trata, por ejemplo, de que la pareja aprenda cómo discutir, qué se puede decir y cómo lograr no callarse nada, pero sin hacer daño al otro. Aprender a plantear problemas de forma que se llegue a soluciones y no a estériles discusiones. Esto amerita el desarrollo de habilidades, que se desprenden de descubrimientos en las sesiones de terapia y se practican en lo cotidiano.
¿Qué tan efectivos son los tratamientos de pareja?
Hay estudios que indican que la gran mayoría de las parejas que acuden a terapia, alrededor de 75 por ciento, informan de una mejoría en la satisfacción matrimonial. Pero cuando se llega tarde o solamente para que no se diga que no se ha probado todo, la efectividad es mucho menor.