María Elena Salinas
México se está preparando para tirar la casa por la ventana al celebrar el bicentenario de su independencia la próxima semana. Será un magno evento. Con lo que se conoce como “El Grito,” los mexicanos observan su independencia del dominio español. Pero la celebración corre el riesgo de ser opacada por los serios desafíos que enfrenta el gobierno mexicano en materia de seguridad.
Los carteles del narcotráfico han estado operando en México durante años y han ganado más fuerza debido a la caída de capos del narcotráfico colombianos. Pero durante la última década han aumentado sus actividades violentas. El presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra el crimen organizado cuando asumió el poder en el 2006 y desde entonces más de 28,000 personas han muerto. Son tantas que el país parece haberse vuelto inmune al impacto que significa el hallar cadáveres, a veces decapitados o desmembrados.
Pero la masacre de 72 inmigrantes procedentes de Centro y Suramérica en el fronterizo estado de Tamaulipas ha enviado mensajes de alerta no sólo en México sino en toda América Latina. La tragedia ha puesto de manifiesto la incapacidad del país para controlar la violencia y la falta de respuesta a años de denuncias de abusos contra los inmigrantes.
Esto también obliga a examinar más de cerca quienes están cometiendo estos actos de barbarie y cómo son capaces de salirse con la suya. De los nueve carteles de la droga conocidos que operan en México, el más violento es el de los Zetas, sospechoso de la masacre en Tamaulipas.
“Tienen ese perfil. Son violentos,” me dijo en una entrevista Ricardo Ravelo, quien ha escrito cinco libros sobre los carteles de las drogas. “Que no se nos olvide que en su origen fueron militares. Fueron entrenados. Son amantes de la guerra y así hay que verlos,” agregó.
Según Ravelo los Zetas son ex miembros de una unidad élite del ejercito mexicano creada precisamente para la lucha contra las drogas a mediados de los 90. En ese momento el Cartel del Golfo, dirigido por Osiel Cárdenas, fue ganando fuerza y Cárdenas corría cada vez más peligro de ser asesinado y preparó una fuerza de seguridad para protegerse de sus rivales. El primero en unirse fue uno de los líderes de la fuerza militar de élite conocida por su nombre en código como “Zeta 1,” que a su vez reclutó a docenas de oficiales.
Cuando Cárdenas fue arrestado en el 2003 y deportado hacia Estados Unidos, donde cumple una condena por tráfico de drogas, los Zetas pasaron de ser un grupo de seguridad a rivales de sus antiguos jefes. Lo que los diferencia de los otros carteles es su naturaleza de extrema violencia y la red que han logrado formar, que incluye a los antiguos miembros de los Kaibiles una fuerza militar de élite de Guatemala y miembros de pandillas centroamericanas.
Los Zetas desarrollaron además mucha astucia en los negocios. Anticipándose a la posible legalización de las drogas, se han diversificado en unas 25 actividades delictivas, de acuerdo con Ravelo. Las más lucrativas por ahora son la extorsión, el secuestro y el tráfico de seres humanos. El que no cumpla, muere. El asesinato en masa de los 72 inmigrantes fue, según dice un sobreviviente ecuatoriano, porque se negaron a unirse a sus filas.
Nada de esto sería posible si no fuera por la complicidad de autoridades locales, estatales, incluso federales. “El narcotráfico ha comprado una enorme cantidad de policías y de sistemas de seguridad local. El narcotráfico se está apoderando de varias ciudades importantes en la frontera y no existe una capacidad institucional para frenar esa actividad criminal,” me dijo el analista político Héctor Aguilar Camín.
Aguilar Camín agregó que al igual que México no ha sido capaz de controlar sus fronteras para impedir el flujo de inmigrantes que utilizan su territorio para llegar a Estados Unidos, Estados Unidos tampoco ha sido capaz de impedir la entrada de inmigrantes indocumentados y drogas ilegales. El considera que el gobierno mexicano no puede ganar la guerra contra las drogas. “Yo creo que hay que verla desde otro lado, hay que dejar de poner el énfasis en la persecución del narcotráfico y hay que poner el énfasis en la protección y en la seguridad de las personas.”
Después de la celebración del bicentenario de México, una vez que se acabe la fiesta y los escenarios se hayan desmantelado, México tiene que considerar seriamente la manera de retomar el control del país. Los mexicanos lograron su independencia de una fuerza opresiva hace 200 años, ahora tienen que independizarse de la tóxica combinación de la delincuencia organizada y la corrupción gubernamental.